Nuestras confesiones en la cama determinaron nuestra infancia. Tú, suplicando a Mamá porque nos dejara dormir juntas, alguna que otra vez recurriste a la lagrimilla fácil. Yo, tranquila esperando en el dormitorio, sabiendo que aparecerías en cualquier momento, con tu sonrisa infinita, con esa emoción de lo prohibido, de lo inusual.
Aquellos momentos fueron tuyos y míos y así quedaron, en nuestra caja de recuerdos.
Me pedías que te contará otro chiste, y yo, con la charlatanería que me caracterizaba intentaba hacerte reír, si no se me ocurría ninguno me lo inventaba. Absurdeces y disparates que nos mantenía despiertas hasta altas horas de la noche.
Nos acostábamos acurrucaditas, una al lado de la otra, y antes de quedar vencidas por el sueño comenzábamos nuestro ritual secreto. Juntábamos la espalda con la espalda, cabeza con cabeza, pies con pies, mano con mano, y así nos quedábamos, unidas por lazos imaginarios.
Como hermana mayor, secretamente me concedieron la inercia de velar por ti desde el día en que naciste, con todo ese orgullo que me embargaba mirándote a través del cristal del hospital. Ahora a veces me lo recriminas, pero no lo entiendes, mi instinto natural es protegerte.
Recuerdo las tardes tiradas en el suelo, construyendo vidas imaginarias con muñecas que recobraban vida por segundos.
Recuerdo los besos, los abrazos, las palabras de aliento, pero también nuestras broncas, aquellas que duraban escasos segundos y que olvidábamos con una facilidad pasmosa.
Siempre una al lado de la otra, cogidas de la mano, contra todo y para todo. Con la tranquilidad y seguridad que nos produce tenernos cerca.
Porque nadie te conoce como yo, porque conozco lo mejor y lo peor y casi que por lo último te quiero más.
Tan diferentes y a la vez tan iguales. Tú, tan reservada, con esa timidez que desprendía ternura a raudales, con ese halo de ingenuidad e inocencia. Yo, con esa verborrea, esa seguridad pasmosa y esa falta de vergüenza.
El universo conspiró, los años nos dieron buenas dosis de cualidades carentes hasta el momento y se restableció el equilibrio. Ahora hablas por todo lo que decidiste callar y a mí la vida me obsequió con la cautela.
Al fin y al cabo la esencia es la misma y tú y yo seguimos complementándonos la una a la otra. Tú morena, yo rubia. Tú de ciencias, yo de letras. Tú tan creativa, yo tan práctica. Tú tan yin, yo tan yang.