Los dos eran demasiado jóvenes para entender nada del amor. Ella, trabajadora donde las haya, él todo corazón. Eran compañeros de fábrica, compartían quehaceres diarios, y desde bien temprano ya comenzaron a sentir una profunda admiración el uno por el otro.
Se obsequiaban con alguna sonrisa maliciosa y bienintencionada, compartían confidencias que sesgaban a la salida del trabajo, sentados en los bordillos de cualquier acera del pueblo.
Desde el principio sintieron esa conexión, se complementaban el uno al otro con una concordancia perfecta, como aquella celestial melodía, la que resonaba en aquella feria navideña en la que accidentalmente toparon y bailaron, sin importar quien les mirase, entre todas esas nubes de algodón azucarado y aquel maravilloso olor a regaliz, el que desprendía su pelo, con ese color azabache tan arrebatadoramente sensual, tan suyo.
Tuvieron una vida ejemplar, siempre apoyándose, mostrándose el respeto que merecían, con ese amor que salpicaban sus ojos.
Tuvieron momentos difíciles, ella enfermó, él la apoyó, siempre a su lado, como siempre hacía.
Ahora, después de 62 años juntos, él la mira de la misma manera en la que lo hacía. Se emociona cuando me cuenta todo lo vivido, cuando con palabras intenta explicar todo lo que siente. Me emociono al verle emocionarse, me maravilla el ilimitado poder del amor, porque sí, existe.
Existe el “para siempre”, existe el “donde sea pero contigo”, existe “el juntos es mejor”.
Sé que existe por personas como ellos, por parejas que no se conforman con la comodidad, que no necesitan crear aquello que no es para demostrar aquello que les gustaría que fuera. Fluye sin más, como corriente natural.
Me satisface verles como se sonríen, el uno al otro, como siguen de la mano a pesar de los contratiempos. La vida se encargará de ponerlo difícil, así que más te vale compartirla con la persona que te dé la fuerza para seguir adelante, que la unión nazca del amor y la admiración mutua, que se funde en el respeto que se espera.
No te conformes con los amores corrientes, con esos que producen más desencantos que satisfacciones.
Hace una pequeña pausa, me mira a los ojos, sonríe mientras recuerda, mientras se deleita de todos sus pensamientos, mientras cabalga a sus anchas entre aquellos momentos. Suspira, me agarra delicadamente la mano y me susurra, “fue ella la que cambio mi vida, única para mí, siempre fue así”, hace un pequeño descanso mientras coge aire, y continúa, “mis mejores recuerdos son con ella”, y llora, y sí, un hombre llora, porque siente, y lloro con él.
Y me doy cuenta, que al final lo que nos queda son los recuerdos, y las personas con las que los compartimos. Y me siento parte de esa historia, agradezco esa revelación.
Me siento en sintonía con ellos. Doy gracias por las historias así, porque ciertas personas aparezcan de pronto para cambiar nuestras vidas. Porque al final son ellas y no otras la razón de nuestra propia existencia.
Muy cierto, se nota que esto se escribe desde la emoción y el entusiasmo. Enhorabuena. http://liricareunida.wordpress.com
Me gustaLe gusta a 1 persona
Millones de gracias por pasarte 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muy bonito!
http://www.depetitsmomentsblog.com/
Me gustaLe gusta a 1 persona
Realmente Precioso!!
My Showroom
Me gustaMe gusta
Me alegro muchísimo que te guste.
Un saludo 🙂
Me gustaMe gusta