Odio quedarme con cosas que decir. Nadie debería reprimirse las ganas de decir lo que realmente siente. Evidentemente hablo de cosas buenas, sentimientos frustrados que se quedan en el intento de nada. Tenemos la fastidiosa costumbre de no decir a los demás lo que sentimos. Vivimos con esa absurda idea de que siempre habrá un mañana para hacerlo y dando por hecho que aquello que pensamos el otro ya lo sabe.
Quizá si exista ese mañana, pero quizá no. Y aunque exista, estamos desperdiciando maravillosos momentos para tomar las riendas de nuestra vida y ser totalmente sinceros, sin tapujos, sin miedos.
Quizá, hoy si sea el momento para decir cuánto le quieres, cuánto le necesitas o cuánto le echas de menos. Quizá sea el momento preciso para decir gracias, por todo lo que has hecho por mí, cada día, sin importar nada más, sin esperar nada a cambio.
Hoy es el momento para abrazarte, para estrecharte entre mis brazos y pedir perdón. Por todos los errores, por ese orgullo insolente que amenaza con destrozar aquello que toca.
Es cierto que los seres humanos cometemos atrocidades, pero también es en él donde reside el corazón más noble y bondadoso. Nuestra grandeza reside en eso mismo.
Hoy, no me quedaré esperando que des tú el primer paso, aquí nadie es el primero ni el último. No existe el orgullo, la vanidad o la arrogancia.
Sacaré todo lo mejor de mí para ti.
Voy a comenzar a priorizar aquello que de verdad importa.
Importa todo lo que no te he dicho, todo lo que no me has escuchado decir. Importan mis silencios y mis ausencias. Importan mis ganas de estar presente en los momentos más importantes de tu vida. Importan mucho más las reconciliaciones que los enfados. Importa más la decisión que la pasividad.
Importa la sonrisa que me lanzas cada vez que me ves. Importan esos ojos chisposos que se te ponen cuando te emocionas por algo. Importan esas palmaditas en la espalda que me das cuando intentas fervientemente crear seguridad en mí. Y yo, con esa caricia enmascarada, me envalentono y puedo con todo.
Que ya ves, que con minuciosos e insignificantes gestos se construye todo.
Sé que importa todo lo que no se ve, pero más importa que sea dicho, escuchado, visto y sentido.
Y, sobre todas las cosas, importas tú.