Contadas y leídas

madre e hija

Te sentabas a mi lado, sujetando con la mano mi libro, yo leía en voz alta, poniendo voces, queriendo diferenciar a los personajes, haciéndolos reales, cobrando vida, saltando de página en página, reconstruyendo historias, memorizando frases.

Nos inmiscuíamos en sus vidas, formábamos parte de sus relatos y ellos de los nuestros, intercambiábamos opiniones, gustos y colores.

Era nuestro momento, de huir, de adentrarnos en lo desconocido, en lo peculiar, en lo fascinante. Nos reíamos con sus chismes, con esa forma de hablar tan característica, derramamos alguna que otra lágrima, buscando consuelo en las páginas contiguas, esperando ese cambio, la transición que desencadenara la variabilidad.

Evolucionamos con las historias, crecimos con ellas, viajamos y soñamos con ellas. Y sí, soñamos mucho, creyendo y teniendo esa fe inquebrantable en que todo aquello era más que real, porque al final lo era.

marilyn leyendo

Y es que aquello que se ve se aprende, siempre tú tan enganchada a tus libros, predicando con el ejemplo, abstraída en aquellas hojas viejas, con aquel olor tan suyo. Retales de trozos amarillentos con millones de palabras que forman montones de historias que deben ser contadas y leídas.

Quizá sea éste uno de tus mejores legados, aquello que se pasa de mano en mano y queda para siempre. Se me dio la oportunidad de creer, de evadirme, la oportunidad de experimentar, de aprender, de sobrecogerme con ello.

Me sentiría vacía en un mundo carente de fantasía, un lugar donde no existiera tinta y papel donde plasmar ideas, vivencias, donde poder refugiarse soñando con vidas distintas, con lugares que existen en trozos de cuartillas.

Al final resulta un vicio, se crea una necesidad imperiosa de mantenerlo cerca, te atraen incluso las portadas, las texturas, el grosor de las páginas, la tipología de letra…

Te confías a él de la misma forma que lo hace a ti. Sientes las historias como tuyas, las echas en falta cuando ya no están, te entristeces con el final, no por las historias que relatan sino porque algo termina. Dices adiós a sus personajes, y algo parece que se rompe por siempre.

Quedan esas ganas de continuar, cuando cierras la contraportada y quedas expectante, preguntándote, ¿Y ahora qué? ¿Qué sucede después?

Esa es la magia, ese sabor de confort que queda, ese punto y final.

parejas bicis