Alguien me lo preguntó una vez. Que si existiría en este mundo cambiante un “siempre” que pudiera tatuarse en la piel. Jamás lo dudé. Me miró, sonrió y se quedó pensando.
Creo en la palabra, jamás y digo jamás he dudado de ello. Hay determinas cosas que simplemente son así… para siempre.
Siempre querré moverme al ritmo del tango. Con paso firme, decidida, predispuesta, dejándome llevar y llevando. Armándome de valor a cada paso, desafiando. Que el baile es un poco como la vida. Tienes que moverte al ritmo que toca, saber escuchar y perderse, en las notas, en la melodía, en las pausas, en esos silencios que se perpetúan, en calles estrechas de pueblos perdidos, en palabras amables de gente desconocida. Que la amabilidad tiene pinta de llegar a extinguirse algún día si no hacemos nada.
El otro día iba por la calle con las manos llenas hasta los topes, correa del perro que tira como si del fin del mundo tratara, bolsa inmensa de basura (mucho más grande que yo) aunque eso no es difícil, y otras bolsas de cosas que debía cambiar. Un hombre que venía de frente, sin yo pedirlo, se apresuró a abrirme el contenedor, y lo confieso, me sorprendí. Me quedé con cara de estupefacción y ganas de seguirle hasta donde quiera que fuese aplaudiendo, gritando y haciendo la ola. Pero seguramente con esa actitud no habría conseguido si no que otra vez saliera huyendo y evitara cualquier tipo de ayuda.
Es una idiotez, lo sé. Pero me hizo pensar en la escasez de gestos como esos, en como pasamos por la vida pensando en nosotros mismos, en esos absurdos “tengo prisa”, “puede hacerlo él mismo”, “en otro momento puede”, “quizá otro día”… Y toda esa retahíla de embustes que no hacen sino corroborar lo hipócritas que terminamos siendo. Excusas de mal pagador se dice por ahí.
No sé si seré una ilusa, o son estas ganas mías de que en el fondo el mundo no sea tan hostil como aparenta ser. Pero a pesar de los continuos actos del hombre que intentan desacreditar los episodios de bondad que otros dejan a su paso, creo como he dicho antes, que muchos SIEMPRES permanecerán inalterables a cualquier guerra que unos cuantos estén dispuestos a empezar.
Un ejemplo perfecto de ello es el amor que profesamos por lo seres queridos, por las madres, hermanos, padres o abuelos. Eso es para SIEMPRE, permanece incluso aunque ya no estén, aunque nos separen millones de kilómetros, aunque ni siquiera podamos encontrarlos y puntearlos en el mapa, no importa distancia, no importa tiempo, no importa qué continente o qué mundo, ni siquiera universo. Existe ese lazo rojo del que algunos hablan que nos mantiene unidos por siempre. Aquel, que a pesar de los enfados, las malas palabras, los gestos de rabia, consigue tirar de cada uno de nosotros para acercar posiciones, para enfrentarnos, mirarnos a los ojos y encontrar la infinidad de razones que nos mantienen cerca, para no dejar ir, para permanecer y quedarse.
No creo ni siquiera que se extinga cuando ya no estemos, cuando no quede nadie, creo que el amor en toda su plenitud es tan grande y potente como para derribar y atravesar cualquier dimensión, para persistir como una nube de algodón dulce por las partículas del universo.
Imaginarlo por un minuto. La constelación repleta de mullidos trozos de algodón de colores. Sería una bonita forma de dejar constancia de nuestro paso, algo así como “fulanito estuvo aquí y amó con todo su ser” y cuanto más grande fuera el amor que profesara más inmensa y bella sería la nube. Una bonita forma de quedar para SIEMPRE en un mundo aterradoramente veloz, por el que pasamos y dejamos huella.
Hay muchos tipos de huellas y prácticamente todas invisibles. Están las que dejamos con nuestras manos, en los objetos que tocamos, parecen etéreas, imperceptibles y al final son las más evidentes, las que pueden delatar cualquier acción. Pero luego están esas que dejamos en los demás, con nuestra sola presencia, como un rasguño en el corazón, prácticamente insalvable, una herida incurable y profunda que permanece aún cuando creemos salvada, olvidada o perdida. Pero jamás se pierde lo que se encuentra. Y, de pronto, escuece, tan fuerte que quema, que traspasa la piel, la perfora como rayos inmensos de fuego. Lo bueno de las huellas es que son como un libro abierto, una colección de recuerdos, el archivo de nuestra vida. Cada una delata un secreto escondido, el punto débil, el talón de Aquiles, la clave que nos hará reír o llorar, que nos hará volver.
Nunca he coleccionado nada. Sin embargo, cada vez soy más consciente de que la compilación más extensa que jamás podamos crear la atesora, con toda la predilección y apego del que es capaz, cada molécula de la piel para formar la historia más increíble jamás contada.
Y eso, precisamente eso, tal vez sea así, para SIEMPRE.
¡Hola guapa!cuanta razón tienes, me ha hecho mucha gracia lo de tu perro, el mío hace exactamente lo mismo…
Me ha encantado el post, perfecto como siempre.
Besos y feliz semana!
Emma
http://www.emmalovesfashion.com
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Jajajaja el mío ya no tiene solución, lo he malcriado demasiado. Gracias Emma, pasa una buena semana 🙂
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«Que la amabilidad tiene pinta de llegar a extinguirse algún día si no hacemos nada» Es una pena que muchas veces la modernidad, se cree que está reñida con la buena educación, cuando no tienen nada que ver entre ellas.
«Un hombre que venía de frente, sin yo pedirlo, se apresuró a abrirme el contenedor» los describes cómo si no perteneciese a este tiempo, aunque no lo creas, aún hay gente así, más de los que piensas. 🙂
Muy bueno el texto, como «SIEMPRE» 😉
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Estoy completamente de acuerdo contigo. La amabilidad o la cortesía no es cuestión de tiempos o modas, debe permanecer siempre, por encima de todo.
Sé que las hay, debe haberlas, es requisito esencial para no perder la fe en el hombre.
Gracias Curioso, me gusta tenerte por aquí.
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Muy buena reflexión, me puso a pensar. La verdad es que el amor es una de esas cosas que son para siempre porque aunque las relaciones van y vienen cuando el amor es genuino puede que se transforme, pero jámas desaparece.
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Es exactamente lo que pienso yo, no podría haberlo expresado mejor. Gracias Elizabeth 🙂
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Pocas cosas duran para siempre, pero las que calan hondo, las que se quedan dentro durante un tiempo, aunque luego salgan, siempre dejan huella.
Un relato precioso. Saludos 😉
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Las huellas son el recuerdo de lo vivido, y de alguna forma permanecen para siempre en nosotros.
Muchas gracias Aida, me alegra que te guste. ¡Saludos!
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Hola! Te he nominado a Versatil blogger Awards! Metete en mi blog y sigue las instrucciones, si quieres claro! http://elvestidordejulieta.com/2016/01/12/nomicacion-a-los-versatil-blogger-awards/
Un saludo!!
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Me he encantado! Yo también creo en un siempre.
http://lailusiondenina.blogspot.com.es/
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Gracias Nina 🙂
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Genial el post!! …CÓMO COMBINAR JERSEY DE LUNARES? HOY EN MI BLOG!! http://bohoclosetblog.com/2016/01/13/como-combinar-jersey-de-topos/
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Yo bailaría contigo, pero soy más de barra, tengo dos pies izquierdos, soy torpe, tímido, parado, arrítmico… Pero siempre se puede intentar ¿no?
Besos
Fer
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Las personas tímidas son las que más sorprenden una vez se ponen. Mejor arrítmico, un baile mucho más divertido.
Besos
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Te van las emociones fuertes eh jajajaja
No sé cómo lo haces pero siempre consigues que sonría!!
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Y a mi me encanta que lo hagas 🙂
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Me vas a sacar los coloreeeees…. Recuerda que soy timidoooooo
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Que cierto… y sólo pequeñas acciones son grandes actos que cambian el mundo. Un cambio en ti o una buena acción se contagia, afecta hasta un tercer nivel, es decir el amigo de un amigo de un amigo… Imagínate lo que cambia todo con un pequeño acto, desde un abrazo, abrir un container de basura hasta donar sangre o lo que sea…
Gracias por tu reflexión, un abrazo
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Tienes mucha razón, no llegamos a ser conscientes de todo lo que cambiamos o transmitimos con nimiedades así. Gracias por compartir tu opinión. Un besazo 🙂
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