Sin cruzar palabra

Es tenebroso, oscuro, frío y  húmedo. Es de noche, no sé bien qué hora, pero sé que tardará mucho en amanecer, de hecho lo veo lejano, no sé tampoco si ocurrirá.

Todas las personas de mi vida están ahí, a mi lado, aunque sé que marcharán. Los trenes comienzan a llegar, la estación está concurrida hasta los topes, y yo demasiado insegura para avanzar. Quiero sujetarlos a todos y gritar, no quiero que marchen a ningún lugar, menos sin mí. Quiero tenerlos cerca, protegerles de alguna forma. Hacerles sentir seguros aunque me muera de miedo. Y no cruzamos palabras. Cada uno se dirige a su tren, como cegados por su luz, sin contar con el otro, sin unirse, dejándose arrastrar por su destino. Y no puedo detenerles. Me paralizo. Me angustia la situación. No volverles a ver. No saber dónde irán o qué será de ellos. En el último momento la elijo a ella, corro a su tren sin mirar atrás. La busco entre los vagones, entre la gente. La localizo y mis nervios comienzan a menguar. Estoy tranquila, la miro y sonrió. Iré con ella donde haga falta.

coleta alta

Doy un par de vueltas más en la cama y despierto. No aterrorizada, pero con sabor agridulce.

Ha sido un sueño. No más que eso. No ha habido despedidas y sé que ellos están conmigo. Puedo llamarles y contestarán al instante. Pero pienso en su significado. En todas las veces que tenemos que decir adiós. A las personas que nos quieren, que queremos. Las que pasan por nuestra vida sin más. Las que se quedan por un tiempo. Las que nos acompañan hasta el final. Pero tarde o pronto llega, voluntaria o involuntariamente. La despedida es el fin o el comienzo de días nuevos, de retos nuevos. Hay que decir adiós. Más de lo que nos gustaría. Sin previo aviso. Sin anuncio de su llegada. Se presenta de pronto y se supone que hemos de estar preparados. En el fondo sabemos que llegará, pero nunca lo estamos. Posponemos el momento para el futuro, no queremos pensarlo, ni sentir ese peso colgando del corazón, del alma atrapada cuando quiere marchar. Pero no hay salida, ni lógica, ni opción de cambio. Es como es y punto. Y se acepta y se sigue adelante o te consume.

Pienso en mi elección. En cómo me he dirigido por impulso a su tren. Al que la llevaba a ella. Y sé que volvería a hacerlo mil veces más. No es cuestión de preferencias, a todos los quiero igual. Tal vez ella sea más vulnerable, más necesitada de apoyo. La imagino sola e insegura y me ahogo. Tengo que protegerla, es un instinto natural. Lo hago cada día, aunque no lo sepa. Ha sido siempre mi cometido particular. Mi misión por encima de todo. Aunque siempre no podré hacerlo. No puedo evitar que caiga, que llore o le rompan el corazón. Tendrá que vivirlo para hacerse fuerte. Para consolidar su esencia. Pero necesito estar ahí. Necesito que me haga participe, ser testigo de sus fracasos y hazañas. De todo lo que conseguirá.

Me acuerdo cuando éramos pequeñas. Se aferraba a mi mano con fuerza. Quería bailar como yo, correr como yo, vestir como yo. Y yo sólo quería enfundarla en los mejores trajes y que el rosa de su vida brillara tan fuerte para no dejarla ir.

niñas trenzas

Me lo repetía una y otra vez, con lo malo yo podré, que me venga a mí, lo que le tenga que pasar que me venga a mí.

¡Qué sabios los sueños! ¡O qué paradójicos! Siempre tan imprevisibles. Reabriendo heridas. Mostrando anhelos, arrojándonos al mismo dolor para renacer o para darnos cuenta. Queriendo volar cuando las cadenas nos atan, cuando los deseos se confunden o se olvidan. Cuando perdemos el camino o lo encontramos. Cuando la indecisión llama a la puerta y las opciones se volatilizan. Cuando en el amor también hay dolor. Cuando el miedo parece olvidarlo todo.

Somos seres sociales, necesitamos de otros para crecer, para apoyarnos, para encontrar razón en las cosas. Pero esa misma necesidad de conexión, de unificar lazos, también va seguida y no es contrapuesta a la imperiosa obligación de hurgar en un mismo. De separase del resto para coger aire, impulso, para navegar en nuestra propia dirección bajo nuestras mismas directrices.

Cada cual tiene su tren. Con sus paradas obligatorias para crecer, para estirar los pies, para inspirar aire puro, para dejarse conocer. No estamos ligados a él por contrato. Son decisiones, es ser libre para subir y bajar tanto como queramos. Sin limitación. Sin condiciones. Poder fusionarnos en otro. Exprimir hasta la última gota de sabiduría prestada. Nada nos corresponde, todo es un complemento para el decorado, para la obra de nuestra vida. Se nos fía y lo tendremos que devolver. No en las mismas condiciones. Ojalá que esté muy usado, manchado y roto. Ojalá tengamos que recoserlo millones de veces con telas nuevas, un patchwork que añadir a la historia. Pasar derrapando dejando una buena humareda. Porque para encontrar hay que buscar e inevitablemente equivocarse, no una ni dos, sino infinidad de veces.

Me seguiré equivocando tanto como pasos dé. Al final, uno se da cuenta que el error es lo de menos, son las ganas de seguir estando ahí, al pie de guerra, esperando ser atacado para defenderse, caerse para levantarse, tender la mano y esperar auxilio. Es un conjunto de personas en una lucha interior. Todos esperan ganar su propia batalla. Pero carecería de sentido no tener con quién celebrar la victoria.

happy friday

Te tiendo la mano, ¿Me la tiendes tú?

Mándalo al carajo

Siempre hacemos lo que esperan de nosotros. Es algo casi natural, actuamos así por inercia, llevados por esa necesidad de estar a la altura, de no fallar. Y quizá eso mismo también nos aporta seguridad. Tener un adjetivo que nos defina; atrevido, listo, valiente. Una vez los demás ya tienen esa imagen nuestra, lo demás viene rodado. Solamente tienes que actuar como tal. Seguir siendo lo que hasta ahora has sido. Vivir de acuerdo a la imagen que has creado y proyectas. Vivir siendo el estereotipo o la figura que otros o tú mismo has decidido para ti.

audrey paisaje

El otro día me sorprendía hablando con un amigo, me comentaba algo así como: Soy cómico, los demás esperan de mí que siempre tenga un chiste en la boca. Que esté dispuesto a hacer reír en cualquier momento. No importa el día que tenga. Mi función es que eso pase inadvertido para otros. Correr un tupido velo a la realidad y tener la palabra adecuada en el momento adecuado, y por supuesto debe ser graciosa.

Eso me produjo una ansiedad terrible. Dios mío, debe ser duro SER durante 24 horas un personaje creado en base a lo que somos durante un determinado instante. Pero no, debe extenderse en el tiempo. Serlo en todo momento. Porque una palabra inapropiada en un momento concreto puede suponer un antes y un después para alguien que espera que actúes de forma distinta. Puede cambiarlo todo. Pasar a ser de repente la persona distante o borde que no casa con la graciosa, simpática y animada que muestras subido a un escenario no es bueno. Nada bueno para la carrera que se lleva a la espalda durante tanto tiempo.

Y no me parece justo. Porque ante todo somos personas, con nuestras diferencias, con nuestros más y nuestros menos. Con esa capacidad y necesidad de poder expresarnos libremente de acuerdo a cómo nos sentimos, a lo que vivimos, incluso a nuestra determinación de actuar tal y como nos apetezca porque en ese momento es lo que sentimos hacer. Te apetece estar así sin motivo, porque te has levantado como lo hayas hecho,  pues hazlo. Ser uno mismo depende de eso, ser fieles a lo que somos. No nos definimos por lo que hacemos, ya que hacemos mil cosas a la vez, vivimos mil vidas en una, crecemos, nos equivocamos, nos cabreamos y lloramos. Podemos ser tanto como pretendamos. No estamos condicionados a nada ni nadie, aunque de entrada parezca que estamos ligados a tanto, por prejuicios, poca empatía con el otro, por la necesidad de entender y ponerse en la postura de los demás.

Esto no es nada nuevo, es una maleta pesada con la que cargamos desde tiempos inmemoriales, un lastre con el que hemos tenido que lidiar cuando ni siquiera entendíamos ni teníamos conciencia de lo que significaba TENER QUE SER por  miedo A.

chica careta conejo

Cuando a un niño pequeño sus padres le dicen lo responsable que es termina por definirse a sí mismo de esa manera. Así pues, lo mismo ocurre cuando se les dice lo desastres, lo rebeldes o lo torpes que son. Se forman en base a lo que oyen de sí mismos y asumen el rol con naturalidad, pudiendo excusarse a la mínima ocasión con que hacen tal cosa porque efectivamente son tal otra.

Cuando vamos creciendo buscamos definirnos por lo que sentimos que podemos ser. Pero podemos ser lo que queramos cuando queramos y cómo lo queramos.

Necesitamos liberarnos de esa carga emocional que supone estar siempre preparados para corresponder a otros de la forma en la que esperan. Porque ante todo somos nosotros, lo demás es secundario. Tiene que importarnos tres rábanos dejar a otro con la boca abierta por no sucumbir a esa nefasta e irrisoria necesidad de agrado, satisfacción o aceptación.

Si te levantas con ganas de comerte el mundo hazlo, que no te condicione el hecho de que hasta ahora te ha tocado asumir el papel de tímido o inseguro. Una palabra no te define. Una actitud aislada tampoco. Somos la suma de cantidades ingestas de vida, de días, de decisiones, de fallos, de determinación de querer ser lo que uno quiera.

Es eso y no hay más, las ganas, la fidelidad y el compromiso de poder aspirar a más lo implica todo. De tener la libertad de SER como nos nace ser. Hoy es un día, mañana será otro. Y pasado podremos borrarlo todo, calzarnos nuestros mejores zapatos y correr a ser todo lo que sintamos que debemos ser.

brigitte guitarra

Es algo así como levantarse de la cama y de acuerdo a cómo nos sentimos ponernos una ropa u otra. Jugamos con las prendas, pasando de colores neutros a más alegres, dependiendo de nuestro estado de ánimo, de las ganas con las que nos enfrentamos a la realidad.

Que nada te limite. Sé la persona que te defina, que nadie lo haga, ni siquiera te condiciones por lo que siempre has pensado de ti. Comienza y rehaz los cimientos, y cuando creas tenerlo todo claro: mándalo al carajo.