No busca amor

Ella era, ¿Cómo lo diría? Una de esas personas que se resignan, que no van a por todas, que no esperan más de lo creen merecer. Y siempre se consideran poco. Vagabundean amor. Andan cavilosas entre los adoquines de la ciudad, con la mirada gacha y la esperanza perdida. Sin destino determinado. Con migajas de sueños en los bolsillos y sombras de todo lo que quisieron ser. Pero ya no luchan. Ya no creen. Se conforman con dejarse arrastrar. Con quedar empapadas hasta que cale en los huesos.  No se cobijan. No desafían al mundo a base de buenas intenciones. Sólo esperan. Y que llegue lo que tenga que llegar.

– Ahora, ya no busco amor.- Me dijo de soslayo evitando cruce intenso de miradas.

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Y no supe que decir, ¡Porque le hubiera dicho tanto! Pero al fin y al cabo, ¿Quién soy yo para dar lecciones? Quizá la tonta que avista el amor en cada rincón. Que cree en él hasta la médula. Love is in the air, everywhere I look around. Love is in the air, every sigh and every sound. (El amor está en el aire, en todos los sitios a los que miro. El amor está en el aire, en cada suspiro y en cada sonido). Que ya lo decía John Paul Young en su canción. Y no voy a ser yo la que le contradiga.

Así que ahí nos quedamos, dos tontas muy tontas mirando cada una en una dirección. En silencio, dando puntadas con el zapato a la nada. Sólo se oía el traqueteo del roce en el suelo. Y mis razones que gritaban para sí esperando que mis labios pronunciaran palabra alguna, pero ahí se quedaron, ni pío.  Y días después no dejo de darle vueltas. ¡Qué oye! Cada uno tiene el derecho de esperar lo que le plazca, ¡Pero mira que negarse al amor! Ya sea en la forma que sea, bajo la sombra del olmo o la del chopo, o espera, mejor aún, el cocotero. Que a veces hubiéramos necesitado de una buena tunda en la cabeza. Que nos ordene las ideas, que repare las viejas bisagras o cure las heridas del alma.

Porque ya se sabe. Vamos acumulando trastos inútiles y al final no sabemos dónde meternos ni nosotros mismos, porque no hemos dejado hueco para lo nuevo. No hemos vaciado el armario y expulsado de él todos esos suéters que pican, los zapatos que duelen o el abrigo que pasó de moda. Y por mucho que queramos renovar nos es imposible. A veces, nos aferramos tanto al dolor, a las experiencias que no fueron gratas, a los recuerdos que empañan los ojos de vaho que nos impedimos esquivar los obstáculos y ver más allá. Porque siempre hay opción. Siempre hay ese algo que ilumina de luz las sombras.

Y, ahora, resguardada de ese aleteo incesante de realidad que me abofeteó en forma de palabras, te diré todo lo que no pude. Lo que por el motivo que sea no me atreví a decir.

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Eres bella, y fuerte. Y todo se pierde en el momento en el que uno se rinde. Bajar los hombros y mirar abajo no es opción. Tampoco hacerlo en otra dirección, por muy fácil que te parezca. Nada que merezca la pena se ha conseguido jamás sin esfuerzo, sin valentía y sin ganas. La vida no regala, recompensa. Por cada caída una flor te sanará la herida. En cada fracaso un abrazo te estará esperando. Cuando se pierde también se encuentra. Hoy llueve y mañana sale el sol. Las nubes tapan las estrellas, y no verlas no implica que no estén. Siguen brillando, con una luz que deslumbra a su paso. No dependen de nadie para hacerlo. Y todos las admiramos. Querríamos alcanzarlas con las manos, sacarlas de su hábitat y esconderlas en un cajón. El nuestro. Pero así no va la cosa. No podemos brillar a costa de nada. No podemos apagar el fulgor de otros. Hemos de encontrar el nuestro. Que florezca de nuestras entrañas. Que se nutra de nuestra esencia. Que comparta nuestras mismas huellas dactilares, nuestro mismo patrón.

Jamás desesperes, que no sea esa tu respuesta. Lo bueno trae cosas mejores. Y el amor está ahí. Con 20, 30 o 70 años. Está. Lo imagino como un imán bien grande, y debes estar receptiva y en consonancia con el universo. No puedes darle la espalda. No se puede vivir a la greña con él porque es bello y natural. Creo que te has dicho a ti misma tantas veces que no lo mereces que has terminado por creértelo. Y no hay nada peor que sentir que no formas partes. Que encontrarte perdida entre un montón de gente y no saber a dónde tirar. Pero estoy aquí. Si te tranquilizas, respiras hondo y comienzas a situarte en el lugar exacto en el que estás me verás.

Por alguna extraña razón me has contado cómo te sientes. Por alguna otra has decido negarte a algo en lo que siempre has creído. Por muchas otras te arrinconas aquí. Con estos pensamientos, con esta falta de agallas y con esta tristeza ya aceptada y asumida por ti.

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Por otras razones, quizá porque me niego a creer que alguien quiera huir del amor, me encuentro tecleando a toda prisa, aporreando sin contemplación el teclado a la espera de que puedas leerme. Que consiga a través de estas letras llegar a esa parte vulnerable de ti y florezca algo de lo que pueda aportarte. Intentar una operación a corazón abierto si es necesario. Pero no me hagas llegar hasta ahí. Sacúdete el polvo y sal a bailar. Rompe las mil espinas como el que despedaza una flor. Diciendo adiós a esos “noes” esperando quedar con el “sí”.

Tú y sólo tú

Querida tú:

Hace tiempo que no te encuentras. Estás de capa caída, persiguiendo sueños imposibles. Detrás del listillo de turno, que sabe bien cómo jugar sus cartas, y tú te lanzas sin red.

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Es de valientes eso que haces, te digo que lo admiro, siempre intentando engrandecer minucias, creyendo y teniendo fe en el otro, manteniendo la chispa del farolillo cuando hace tiempo que dejó de emitir luz.

Ya no resplandeces. Te limitas a recoger los rescoldos que crees merecer, lo aceptas y sigues a la greña, deseando que algún día todo cambie. Pero no lo hará. Hay determinadas cosas/historias/batallas que están destinadas a no ser.  Y tú no puedes hacer nada al respecto. No todo depende de uno mismo.

Vives anclada en promesas que algún día se hicieron, intentas reconstruir el viejo jarrón roto con paciencia, aunque te dejes la vida en ello. Y no te das cuenta que todo pasa. Que quizá sea el momento de desengrasar las alas y echar a volar. Que puede ser mejor que esto. Que definitivamente lo será.

Y ya no sirven más palabras, no deberían servir. Es hora de poner pies en polvorosa, pero porque de verdad lo sientas, porque creas que es el momento. Lo encontrarás tú y sólo tú. Quizá un día te levantes y digas basta. Quizá la fuerza que crees no tener venga como un huracán para arrasar con todo. Y te haga ser más fuerte, más valiente, más tú.

Son varios años ya, anclada en el mismo punto de partida. Con los mismos sueños por cumplir pero más decepciones, y más lamentos, y mucha más tristeza. Porque la impotencia pone triste a uno. Lo deja sin ganas, sin motivación. Con falta de agallas. Lo apaga, lo mengua, lo deja sin vida.

Y tú que fuiste tan arco iris. Tan estrepitosamente chisposa. Tan feliz y radiante. Que dejabas polvo de luz a tu paso y lo convertías todo en risa, en baile, en magia. Y ya no encuentras tu varita. Tu corona de princesa quedó olvidada, llena de polvo y sin brillo. Ni el de tus ojos. Que parecen decaídos. A la espera de algo en lo que casi ya no crees.

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Y los demás avanzan. Construyen sus vidas con sus decisiones, con su coraje. Y no es que a ti te falte, es que lo has olvidado. Y no es que los demás no hayan tenido que sufrir, que también, y luchar, llorar y renacer. Porque todos en cualquier momento hemos tenido que levantarnos de la caída, desempolvar la ropa, curar las heridas y esperar que sanen. Ni tú has sido más ni los demás menos. Todos somos parte del mismo saco, estamos en lo bueno y en lo malo. Y el dolor también es parte de esto. También lo es que las cosas no salgan como uno espera. Pero no por ello hay que venirse abajo. Hay que superarse. Pararse y decidirse a tomar decisiones. A romper con todo. A crear. A equivocarse. A sorprenderse.

Porque te lo digo yo. Puede que la vida no te traiga lo que siempre has esperado, pero no por ello lo que venga será malo. Estate alerta, puede que simplemente sea un envoltorio distinto, un papel al que pensaste no optar, y ahora te ves con la soga al cuello, interpretando la sombra de lo que esperabas ser. Pero nunca es tarde. Quizá sea hora de arriesgar. De dejar de soportar guantazos sin resistirse.

Es cuestión de actitud. De hacer frente a  la vida, a los problemas, a las decisiones que marcaron un antes y un después. Las que te llevaron al lugar en el que estás.

Todos creemos en ti. Ahora sólo faltas tú. ¿Te animas?

chica rayas

“La peor falta de ortografía que existe, es que nunca ponemos punto y final a aquello que nos hace daño…”

Sin cruzar palabra

Es tenebroso, oscuro, frío y  húmedo. Es de noche, no sé bien qué hora, pero sé que tardará mucho en amanecer, de hecho lo veo lejano, no sé tampoco si ocurrirá.

Todas las personas de mi vida están ahí, a mi lado, aunque sé que marcharán. Los trenes comienzan a llegar, la estación está concurrida hasta los topes, y yo demasiado insegura para avanzar. Quiero sujetarlos a todos y gritar, no quiero que marchen a ningún lugar, menos sin mí. Quiero tenerlos cerca, protegerles de alguna forma. Hacerles sentir seguros aunque me muera de miedo. Y no cruzamos palabras. Cada uno se dirige a su tren, como cegados por su luz, sin contar con el otro, sin unirse, dejándose arrastrar por su destino. Y no puedo detenerles. Me paralizo. Me angustia la situación. No volverles a ver. No saber dónde irán o qué será de ellos. En el último momento la elijo a ella, corro a su tren sin mirar atrás. La busco entre los vagones, entre la gente. La localizo y mis nervios comienzan a menguar. Estoy tranquila, la miro y sonrió. Iré con ella donde haga falta.

coleta alta

Doy un par de vueltas más en la cama y despierto. No aterrorizada, pero con sabor agridulce.

Ha sido un sueño. No más que eso. No ha habido despedidas y sé que ellos están conmigo. Puedo llamarles y contestarán al instante. Pero pienso en su significado. En todas las veces que tenemos que decir adiós. A las personas que nos quieren, que queremos. Las que pasan por nuestra vida sin más. Las que se quedan por un tiempo. Las que nos acompañan hasta el final. Pero tarde o pronto llega, voluntaria o involuntariamente. La despedida es el fin o el comienzo de días nuevos, de retos nuevos. Hay que decir adiós. Más de lo que nos gustaría. Sin previo aviso. Sin anuncio de su llegada. Se presenta de pronto y se supone que hemos de estar preparados. En el fondo sabemos que llegará, pero nunca lo estamos. Posponemos el momento para el futuro, no queremos pensarlo, ni sentir ese peso colgando del corazón, del alma atrapada cuando quiere marchar. Pero no hay salida, ni lógica, ni opción de cambio. Es como es y punto. Y se acepta y se sigue adelante o te consume.

Pienso en mi elección. En cómo me he dirigido por impulso a su tren. Al que la llevaba a ella. Y sé que volvería a hacerlo mil veces más. No es cuestión de preferencias, a todos los quiero igual. Tal vez ella sea más vulnerable, más necesitada de apoyo. La imagino sola e insegura y me ahogo. Tengo que protegerla, es un instinto natural. Lo hago cada día, aunque no lo sepa. Ha sido siempre mi cometido particular. Mi misión por encima de todo. Aunque siempre no podré hacerlo. No puedo evitar que caiga, que llore o le rompan el corazón. Tendrá que vivirlo para hacerse fuerte. Para consolidar su esencia. Pero necesito estar ahí. Necesito que me haga participe, ser testigo de sus fracasos y hazañas. De todo lo que conseguirá.

Me acuerdo cuando éramos pequeñas. Se aferraba a mi mano con fuerza. Quería bailar como yo, correr como yo, vestir como yo. Y yo sólo quería enfundarla en los mejores trajes y que el rosa de su vida brillara tan fuerte para no dejarla ir.

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Me lo repetía una y otra vez, con lo malo yo podré, que me venga a mí, lo que le tenga que pasar que me venga a mí.

¡Qué sabios los sueños! ¡O qué paradójicos! Siempre tan imprevisibles. Reabriendo heridas. Mostrando anhelos, arrojándonos al mismo dolor para renacer o para darnos cuenta. Queriendo volar cuando las cadenas nos atan, cuando los deseos se confunden o se olvidan. Cuando perdemos el camino o lo encontramos. Cuando la indecisión llama a la puerta y las opciones se volatilizan. Cuando en el amor también hay dolor. Cuando el miedo parece olvidarlo todo.

Somos seres sociales, necesitamos de otros para crecer, para apoyarnos, para encontrar razón en las cosas. Pero esa misma necesidad de conexión, de unificar lazos, también va seguida y no es contrapuesta a la imperiosa obligación de hurgar en un mismo. De separase del resto para coger aire, impulso, para navegar en nuestra propia dirección bajo nuestras mismas directrices.

Cada cual tiene su tren. Con sus paradas obligatorias para crecer, para estirar los pies, para inspirar aire puro, para dejarse conocer. No estamos ligados a él por contrato. Son decisiones, es ser libre para subir y bajar tanto como queramos. Sin limitación. Sin condiciones. Poder fusionarnos en otro. Exprimir hasta la última gota de sabiduría prestada. Nada nos corresponde, todo es un complemento para el decorado, para la obra de nuestra vida. Se nos fía y lo tendremos que devolver. No en las mismas condiciones. Ojalá que esté muy usado, manchado y roto. Ojalá tengamos que recoserlo millones de veces con telas nuevas, un patchwork que añadir a la historia. Pasar derrapando dejando una buena humareda. Porque para encontrar hay que buscar e inevitablemente equivocarse, no una ni dos, sino infinidad de veces.

Me seguiré equivocando tanto como pasos dé. Al final, uno se da cuenta que el error es lo de menos, son las ganas de seguir estando ahí, al pie de guerra, esperando ser atacado para defenderse, caerse para levantarse, tender la mano y esperar auxilio. Es un conjunto de personas en una lucha interior. Todos esperan ganar su propia batalla. Pero carecería de sentido no tener con quién celebrar la victoria.

happy friday

Te tiendo la mano, ¿Me la tiendes tú?

Demasiado tiempo

Demasiado tiempo ya sin ti. Demasiados días vacíos desde que te fuiste. Pero la vida sigue, aunque duela lo hace. Nadie es lo suficientemente importante para que se paralice el mundo, todo sigue como si nada. El sol volvió a salir, los pájaros seguían cantando, el griterío de la gente enmudeció durante días porque dentro de mí se libraba la batalla más dura, mucho más ruido interior que exterior. Y seguía esperando poder dar un paso hacia adelante, quería ser más fuerte, más valiente, y se me humedecían los ojos con solo pensarte.  Pero lo aprendí, fui consciente de ello, al final lo entendí todo, jamás iba a superarte, jamás menguaría el dolor ni dejarían de brotar lágrimas al recordarte. Tendría que vivir con ello. Tendría que aprender a vivir así, sin un pedazo de mi alma. Sin una parte de lo que soy o de lo que algún día fui.

beyonce y su hija

Y pasaban los días. Y tuvimos que superar todas esas primeras veces con tu silla vacía. Primer verano  sin ti, primeras navidades sin ti, primeros cumpleaños sin ti. Y todo ocurrió de la misma manera que años atrás. Se cantaban villancicos, se comía turrón y soplamos las velas en tu ausencia. Y no entendía nada. No comprendía porque el mundo no cambiaba un poquito. Porque el cielo no palidecía. Porque los campos no perdían su color, porque las flores seguían creciendo.  Pero es así. Todos sufrimos esa antagonía, esa rabia contenida de saber que el ciclo sigue aunque para ti se haya paralizado, aunque te sea negada la risa, las ganas de cantar, de saltar y seguir luchando.

Y me sigo sentando en tu sillón. Utilizo tus cosas sabiendo que fueron tuyas, que las tuviste en tus manos. Algún día importaron algo para ti y hoy lo hacen conmigo. Las custodio sabiendo que no volverás, aunque lo ruegue cada noche y lo piense a todas horas.

¡Han pasado tantas cosas desde entonces! Me sorprende la rapidez con la que todo cambia. Es una ruleta que jamás deja de girar. Podemos estar sumidos en una monotonía constante y en una milésima de segundo volar por los aires. Esfumarse la seguridad y la tranquilidad que aporta una vida serena y monocorde.

Cuando cierro los ojos, y me concentro en ti, siento las yemas de tus dedos recorriendo la correa de mi reloj. No sé si era tu forma de decirme que el tiempo no se detiene, que no espera a nadie, o simplemente lo hacías para corroborar que yo estaba ahí, a tu lado, esperando poder sujetarte tan fuertemente para impedir que te fueras. Pero no lo hice. No pude retenerte, me fue imposible, escapaba a todo cuando pendía de mis manos. Todas mis energías y mis fuerzas se disiparon cuando comprendí que no dependía de mí, ni siquiera de ti. Muchas de las cosas más transcendentales simplemente ocurren porque sí. Sin explicación, ni lógica. Sin poder hacer nada al respecto. Nos cargamos con demasiada culpa, pensando que podríamos haber cambiado las cosas, que podríamos haber podido. Pero no es así.

Ahora, ¡Te preguntaría tanto! Y mira que tuve tiempo de hacerlo. Pero nunca es suficiente. Cada día surgen nuevos miedos, dudas y preguntas existenciales que me parecen imprescindibles que fueran contestadas por ti. Si hice bien tal o cual cosa. Si te sentirías feliz de verme con lo que tengo. Si te hubieras comportado del mismo modo. Si hubieras sido más fuerte que yo en aquella situación. Si hubieras encontrado las palabras que me habrían hecho sentir mejor. Aunque eso ya te digo que me parece imposible. Pero tal vez un abrazo tuyo si hubiera necesitado, o una sonrisa, o simplemente verte ahí con ella. Y saber que os tenía a las dos, sujetando mi pelo, apoyándome en mis decisiones, rezando conmigo.

nube cucurucho

Son varios años de ausencia. Me mantuve enfadada con el mundo bastante tiempo.  Tenía que hacerme notar. Dar a entender mi disconformidad con determinadas decisiones. Pero las malas caras nunca benefician a nadie. Ni los enfados, que menguan a uno mismo hasta dejarlo sin nada. Poco a poco voy cediendo y sorprendiéndome de la grandiosidad de lo pequeño.  Del “hoy” que me regala tanto.

Intento buscar siempre la sorpresa, mi admiración por todo lo que me sale al paso. Desde ver un conejo correr por el campo hasta el nacimiento de los cerezos en flor. Todo esconde su belleza. Su pequeño milagro.

A veces pienso que me gustaría volver atrás por un día, o por muchos, y darte de una todos los besos que he acumulado este tiempo, todos los que no han sido dados, que han quedado volando entre tu mundo y el mío. Y explicarte detalladamente lo que te has perdido. Escuchar tu risa. Verte cantar el “cumpleaños feliz” tocando las palmas. Incluso escucharte refunfuñando por las esquinas, con la fuerza suficiente para que se te oiga pareciendo que únicamente hablas para ti. Que me asustes diciéndome que son las doce cuando ni siquiera han llegado las diez. Que me prepares la comida a riesgo de que me queje. Y oírte decir mi nombre. Eso lo extraño mucho.

chica rulos

Ahora no son más que palabras que no te llegarán, que no escucharás ni podré leerte. No son más que unas hojas que añadir a un diario imposible.

Pero aún puedo cambiar cosas que sí dependen de mí. Puedo escoger la forma de echarte de menos o más. Puedo escoger cómo hacerte participe sin poder estar. Y pensarte sabiendo que jamás lo sabrás.

“Cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejarán nada. Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad”.- Jorge Luis Borges.