¿Qué quieres tú?

Soy tan romántica como para creerme los cuentos de princesas. Tanto como para suspirar en las películas ñoñas, lágrima disimulada y pañuelo en mano, algún que otro suspiro y azúcar en cantidades desorbitadas.

chicas gilmore

Me acuerdo de pequeña, bajaba con mi hermana al videoclub, paseábamos entre las hileras de estanterías repletas de películas, y al final siempre nos decidíamos por las mismas, las que nos harían llorar, soñar con la representación más quejumbrosa y sensiblera del amor. Esperando algún día poder ser las protagonistas de historias profundas, sinceras, que merecieran ser contadas. Poder escribir en cuadernos el significado del amor,  después de haber reído mucho, amado mucho y soñado más. Esculpir en cada escena al príncipe que nos llenaría de rosas, que nos haría sentir como nadie tal vez.

Y teníamos fe en que así sería. Que la realidad puede superar cualquier ficción. Que mientras existan personas que imaginen cosas bellas, que plasmen en libros, filmes, poesía o cualquier derivado de arte, sentimientos que ericen el bello de la nuca, todo será posible. Porque lo que uno imagina es. Porque la ficción nace de una mente que constantemente quiere más, que no se conforma, que arriesga, batalla y gana.

Yo he sido de esas que necesitaba tener a mano una libreta donde anotar frases que me llegaran al alma, provinieran de donde lo hiciesen. Solamente necesitaba haber sentido el escalofrío necesario para correr en busca de algún bolígrafo, mientras repetía una y otra vez la misma frase esperando no perder ninguna palabra en el camino.  He transcrito trozos de canciones que han terminado esparcidos entre páginas pérdidas de mi escritorio. He subrayado frases de libros que como dardos me machacaron el corazón, esperando poder ser releídos cuando los creyera olvidados. Y adopté como mías frases que escuché y describían a la perfección una realidad que vivía.

Y ahora, observando cómo todo se viene abajo. Como nadie espera encontrar al amor de su vida sentado en una cafetería con capuchino caliente y una lluvia a mansalva en la calle, quiero creer más en ello si cabe. Quiero ondear mi bandera de romántica empedernida sin miedo al qué dirán. A las modas que pasan y a las decepciones que curten a uno y lo alejan cada vez más de aquello que algún día creyó.

pareja militar

Me entristece que la realidad quiera vapulear y arrasar con los sueños, que pretenda borrarnos la sonrisa de la cara y la mirada chisposa, de felicidad, de pureza, de fe en todos los sentimientos que nacen de las entrañas, que no se pueden evitar, y que cuando uno lo intenta casi siempre terminan jugando malas pasadas.

¿Dónde quedaron las cartas de amor? ¿Las postales de viajes esperando que lleguen al destino antes que tú? Revisar ansiosa el buzón, con manos temblorosas esperando encontrar tal remite. Y sonrisa de oreja a oreja. Vueltas sobre ti misma con sobre en mano. Y dejarse caer en la cama, como si flotaras, porque alguna parte de ti lo hace. Se conectan dos almas entre un par de líneas. Alguna palabra deja entrever cosas que se pretender obviar. Pero inciden y lo notas, como ha pellizcado tu alma, como ha conseguido destronar con poco a la princesa encantada, porque no ha hecho falta más que magia escrita con tinta y pluma, con posdata incluida y detalle en el reverso.

Y creo que dos personas que anteponen el bienestar del otro al de uno mismo tienen derecho a todo. Creo que a veces no hace falta más que esa conexión imperceptible que dos cuerpos sienten sin saber porqué. Ese famoso revolotear de mariposas en el estómago que no hace sino incrementar las ganas de volar más alto.

Creo en los amores para siempre. Los que con el pasar de los años se cogen más fuerte. Creo que nadie se merece vivir a la sombra de lo que cree merecer. Que siempre se puede más. Que el amor no va de resignación sino de libertad. De poder escoger entre millones de opciones y decidir quedarse.

el diario de noah musica

Creo en las relaciones de toda una vida, en poder mirarse a los ojos y adorarse como la primera vez. Creo que si algo termina y no fue falta de amor, no perecerá jamás. Porque hay historias que deberían continuar de por vida. Y creo que algunas lo hacen en la distancia. Son capaces de marcar las pautas y lo silencios, las esperas, las llamadas que no llegan y los reencuentros que algún día serán.

Creo que hay determinados sentimientos que jamás se deberían negar.

«Deja de pensar en lo que quiere todo el mundo. Deja de pensar en lo que quiero yo. En lo que quiere él o en lo que quieren tus padres. ¿Qué quieres tú?»

Nunca jamás

Crecer da miedo. Ahora comprendo a Peter Pan, a campanilla y los niños perdidos. Yo también habría querido ir allí. Si es que estaba del todo claro. Segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer. Todo habría sido más fácil. Comería chucherías hasta dolerme la barriga, metería los pies en el fango y saltaría sobre él, una y otra vez, sin cansarme de hacerlo, embarrándome los zapatos, salpicando inocencia a cada paso, maravillándome de la simpleza de sumergir mis pies en tierra.

Mi mayor preocupación continuaría siendo poder aguantar la respiración al pasar por cada puente. Ella y yo. Observándonos, retándonos. La cara comienza a enrojecerse, falta la respiración, pero ya vislumbras el final. Un minuto más y todo acaba. Tú puedes, sabes que puedes. Y lo consigues. Sueltas el aire y comienzas ese inevitable proceso vital, inhalación y exhalación. Llenas tus pulmones hasta los topes. Te relames en el gozo que te produce la vida. Esa posibilidad de continuar, ese soplo de aire que delata, que testimonia la sensación de estar bien, todo está bien. Tú lo estás, estás aquí. Sonríes. Por fin puedes dedicarte en exclusiva a disfrutar del paisaje. Del azul del cielo. Del marrón de los campos. Del verde de su naturaleza. Y te sientes satisfecho, una batalla ganada. Un desafío conquistado.

olsen

Reconozco que a veces necesito un poco del “mare” o “casa” que solía utilizar en el escondite para designar a esa zona de confort, esa tranquilidad de saber que estás a salvo, fuera de cualquier intromisión, como un pause a la banda sonora de tu vida. Silencio. Tranquilidad. Poder sobreponerse al acaloramiento continuo, a la inestabilidad, a las sorpresas que se presentan sin ser llamadas. Al dolor de una pérdida. Al sufrimiento que conlleva un fracaso.  A la tristeza que se materializa después de cada adiós. A todo ese sabor agridulce que persiste en el poso de un recuerdo. A todo aquello que jamás nos atrevimos.

Fue el previo al partido el que nos engañó. El pensar que la mano en la pared podría detener el mundo. Y sólo hacía que detenernos a nosotros. Quizá hubiera agradecido un “corre y no mires atrás”. Porque la vida no se entiende, no se piensa, se VIVE y lo demás viene rodado.

Me ha costado muchísimo entender que no todos los actos son la consecuencia de algo hecho, dicho o vivido con anterioridad.  Algunos llegan sin explicación y se marchan de la misma manera. Vienen para abofetearte, para ponerte los pies en la tierra, para dejarte claro que tú no mandas. Y la única opción que te queda es salir ilesa de ellos. Encontrar la forma de levantar la cabeza y seguir soñando. No eliges el qué, ni el cuándo, ni siquiera el cómo. Pero si puedes elegir la forma de afrontarlo, esos puntos suspensivos que deciden un continuará.

“En lo más profundo del hombre habitan esos poderes adormecidos; poderes que le asombrarían, que él jamás soñó poseer; fuerzas que revolucionarían su vida si despertaran y entraran en acción” Orizon Swett Marden.

 

El país de “Nunca jamás” puede que no esté limitado a una cierta edad. Ni siquiera creo que disponga de prueba de acceso. Puede que simplemente se base en una elección. Una forma de aceptar que las cosas sucedan, que los años pasen, que las heridas de las rodillas también sanarán, y que esos puntos en la barbilla terminarán siendo una sencilla cicatriz con una apasionante historia que contar.

chica columpio

Hace unos días le pregunté a alguien qué tipo de cosas echaba en falta de su infancia. Me dijo algo así como: Ir al colegio y tener a primera hora gimnasia.

Primero me entró una risa de muerte, y segundo, esa simpleza me hizo reflexionar. Alguien escogió por nosotros que tal día a tal hora tuviéramos esa clase. No disfrutábamos de ese privilegio todos los días. Era un simple miércoles o un triste lunes después de un fin de semana que había pasado vertiginosamente y casi derrapando por nuestro lado.

Pero sabía a gloría. La exclusividad le aportaba ese matiz. Sólo hoy. Sólo en este momento. Si no hubiera sido así no lo habríamos agradecido. Lo habríamos percibido trivial.

Perder o no esa capacidad de asombro. Jugar como si nadie nos estuviese viendo, con lo bueno y lo malo, con lo mejor. Olvidar lo que nos hizo daño. Aprender a sobreponerse. Enamorarse como la primera vez. Simples elecciones. Ganas de más.

Escoger gimnasia, arte, física cuántica o cualquier otra que consiga apagar el botón de alarma.

Echar el freno de mano, sentir como va entrando a sorbitos pequeños toda esa libertad, esa sensación de flotar en las nubes, donde casi cualquier cosa puede ser posible.

“Y lo escogí a usted, sí, a usted, porque me di cuenta de que encontró mi punto débil, y fue el único que descubrió la forma para calmar esta alma indomable.  Lo escogí porque me di cuenta de que valía la pena, valía los riesgos… valía la vida…» Pablo Neruda

descanso carretera

Cualquier elección es válida, podremos volver a ella en cualquier momento, rehacerla, desarmarla y empezar de cero. Somos un mar de elección, incluso ese “nunca jamás” lo fue algún día, lo es hoy.

P.d. Siempre seremos un par de niños jugando a haber crecido.