Serlo, sentir y vocear

tomando el sol vintage

El otro día escuché esa maldita frase de: ¡menos mal que soy hombre!, y sólo pude pensar, “serás ignorante…”

Sí, sé que los hombres ven el periodo como “el hecatombe”, incluso a veces nosotras mismas nos quejamos, pero, ¿Por qué no?, tenerlo ya nos da ese derecho.

También es verdad que tenemos esa presión externa de perfección, nos atemorizan en todos los tipos de medios de comunicación posibles, nos avasallan con cremas milagrosas, con dietas imposibles e insultantes, ejercicio físico excesivo y millones de estúpidos cánones diseñados por personas que lo más probable es que no fueran de este planeta, o a los que sólo les llegaron los resultados del photoshop.

Vivimos pegadas a la cera, al láser, a la silk-épil, a todo tipo de cuchillas y cremas depilatorias. Resulta un fastidio y por qué no, una auténtica tortura china cuando surge un plan inesperado en el que tienes que lucir palmito y… ejem… no estás predispuesta a ello, es decir, tus pelillos florecen en todo su esplendor. Y claro, llega el momento del estrés, de tirarse (literalmente) de los pelos, en todas las versiones posibles.

Somos cambiantes, es decir, podemos estar ahora mismo descorchando champán, tirando cohetes en la puerta del trabajo, haciendo volteretas imposibles mientras nos desgañitamos con el último vuelco musical, y seguidamente pegar un grito que lo deje todo en silencio. Así de sencillo.

amigas vintage hablando

Somos capaces de ir al baño solas cuando estamos fuera de casa, a pesar de llevar dos capas de suéter, la chaqueta que abulta y que casi no cabe en el cubículo al que llaman “aseo”, unos tacones vertiginosos que nos hacen perder el equilibrio y balancearnos, el bolso repleto de “y sis” (y si me duelen los pies… tirita, y si me duele la cabeza… paracetamol…), quedarnos en la postura del cuatro sin ningún tipo de apoyo y no sucumbir a los temblores de piernas ocasionados por la dilación del tiempo.

Sí, sé que nos embarazamos, que eso viene acompañado de dolor, el que ellos nunca sufrirán, pero también viene de la mano de “la experiencia más maravillosa de tu vida”. Eso es algo en lo que ellos quedan fuera de juego. Nunca experimentaran esa sensación, la de un ser humano creciendo en su interior, ese maravilloso e increíble milagro, toda una bendición, algo mágico e irremplazable.

Las mujeres somos más profundas, no puedes ni debes quedarte con el significado exacto de las palabras que decimos, todo va más allá, simplemente hay que saber analizar, utilizamos gestos, expresiones en la cara, incluso las cosas que “no” decimos son las que suelen terminar retumbando como un eco en nuestra mente, intentando hacerse hueco para escabullirse y salir al exterior, sólo que al final ahí se queda, y esperamos que sepas interpretarlo, por tu propio bien.

mujeres con periodicos

Algo que me gusta y mucho es que puedo permitirme el lujo de llorar por lo que quiera, si una película me sobrecoge lloro y soy “la mar de sensible”, si un anuncio me entristece tengo vía libre porque “soy empática”,  si me enfado y lloro causo ternura, en definitiva a no ser que raye en el absurdo y me dedique a ir llorando por las esquinas resultará bastante aceptable sin parecer una pusilánime.

Ser mujer es todo un honor, tenemos un sexto sentido para casi todo, algo inerte a nosotras, pocas cosas se nos pasan por alto, otras muchas las dejamos al libre albedrío a voluntad. Manejamos millones de situaciones a nuestro antojo, sabemos mejor que nadie darle la vuelta a las cosas.

El arrojo y el temple que desprenden los pasos de una mujer calzando seguridad en sí misma es poco comparable a ninguna otra cosa.

En definitiva, hay millones de razones por las que se agradece ser mujer, la fortaleza que reside en nuestro interior es ilimitada, igual que el amor que podemos ofrecer.

Me enorgullezco de serlo, de sentirme y de vocearlo al mundo.

Por todas mis mujeres y por mí primero.

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