Hoy, es un día de esos, en los que me siento frente al ordenador y las palabras se me amontonan en la mente. Quiero que mis dedos tecleen deprisa, que no se pierdan nada de todo lo que quiero escribir. Pero son más lentos. No pueden ir en consonancia con la rapidez con la que pretendo machacarlos. Y ya se sabe… Despacito y buena letra.
Hace unos días fui al cine. Y no, no es una heroicidad ni un hecho destacable por sí mismo. Sin embargo, se me hace imposible no nombrarlo, dejarlo apartado a un lado como sí no hubiera importado. Porque lo hizo. Algo en mí cambió esa noche. Y no exagero. Lo escribo con el corazón en la mano (casi literal).
Me decanté Nos decantamos por “Antes de ti”. Y menos mal que así fue. Es una de esas películas que atraviesan en mil agujeritos el alma, como si rayos de sol estuvieran perforando en ella. Te dejan tocado. Machacado. Extasiado. ¡Y bendito sea!
Es una de esas películas que te dejan sin palabras. Suspiras con los créditos finales y, cuando terminan, necesitas de un buen estruendo y tiempo (bastante tiempo) para volver a la REALIDAD. Se hacen imprescindibles unos segundos para concienciarse de lo que allí acaba de ocurrir.
Es una lucha por parte de la protagonista entre su deseo y la aceptación del deseo contrapuesto de otro. Una batalla tremenda con la que lidiar sin perder la sonrisa, la humanidad, la belleza de la honestidad y la grandeza del amor. Una auténtica lección de vida.
Las personas necesitamos creer en el lado bueno de las cosas. Necesitamos imponer esa exigencia a aquellos que le son negados. ¡Y nos cuesta horrores aceptar la posición de otros cuando distan tanto de la nuestra! Cuando nos resulta imposible de ver, de creer, de entender. Nos aferramos a la idea de conseguir que vean la verdad a través de nuestros ojos. Que entiendan cómo nos sentimos o cómo amamos. Y no se puede debe intentar cambiar a las personas, lo único que se debe hacer es AMARLAS. Por lo que son. Con sus virtudes y defectos. Con sus decisiones, incluso aunque no las entendamos o compartamos. Con su coraje y el apego a aquello que desean. Somos seres únicos, independientes, con nuestros pensamientos diversos y nuestras circunstancias extrapoladas. No podemos juzgar a otros sin calzar sus zapatos, sin andar su camino, con sus obstáculos diferentes, con sus VERDADES, que también lo son.
Es complicado aceptar que alguien a quien amas decida marcharse. Sólo encuentras razones para que no lo haga, intentas por todos los medios hacerle ver las infinitas oportunidades que tiene, que cabeceé, que vuelva la vista atrás y consiga ver la luz y el brillo en las pequeñas cosas. Que se sorprenda con nuevas experiencias, emociones y sentimientos que creyera olvidados. Pero no hay nada peor que sentir que se carecen de POSIBILIDADES. Porque ya lo dice Will en su carta final “Saber que las tienes es un lujo”. Poder contemplar el horizonte sabiendo que no tiene fin, que se ampliará a cada paso, que crecerá con cada sueño, con cada ilusión, con cada esperanza. Tener la certeza que levantarás mañana pudiendo cumplir con lo deseado. Que vivirás, de una forma u otra, pero tu existencia quedará marcada por tus pasos, por tus decisiones y por la huella que decidas crear, pero al fin y al cabo es eso, VIVIR, respirar, oler, sentir, ESTAR.
Y a pesar, de que creas, con toda la fuerza de la que eres capaz, con una firmeza absoluta, sin titubeo, sin temblor al escribir, sin dilación, que puedes cambiar la visión del otro, su parecer respecto a su particular visión del mundo, no te equivoques. Lo mejor que puedes hacer es admitir sus verdades, su realidad. Ser capaz de sonreír ante la adversidad. Ante el temblor de piernas que pueda producirte determinada situación. La forma en la que decides vivir a su lado, quede lo que quede, la forma en la que decides admitir el hecho que te concome, será el que lo determinará todo.
Me gusta la sonrisa de LU, cada día, por todo, a pesar de todo. Me gusta su dulzura, su inocencia, su bondad. Me gusta esa necesidad de dar AMOR. De entregar sin esperar recibir. Me gusta que sin ella darse cuenta, con esa paciencia infinita, con esa magia que irradia, cambie la existencia de alguien que ya no espera nada. La espontaneidad, la empatía, la alegría que trasmite, son decisivas para reblandecer un corazón demasiado machado por una vida carente de ilusión.
Puede que con las muchas enseñanzas que trae consigo la película, me quede con esa. La autenticidad, la fe en las personas y las cualidades impalpables que uno sin saberlo va derrochando allá donde va.
El grano de arroz, la gota del mar, la sonrisa de complicidad, el gesto de apoyo, el silencio, la amabilidad… SÍ pueden cambiar el mundo, o mejor aún, cambiar el mundo de alguien.