Sentir y hacer sentir

Nos definimos más por lo que hacemos que por lo que pensamos o decimos. Pocas veces recordamos las palabras de otros, que también. Hay determinadas ocasiones en las que una palabra dicha en el momento oportuno, trastoca la vida de uno por completo. Puede llegar a ser el eslabón que faltaba para coger el impulso necesario para saltar allá donde se quiera. Puede ser también el aviso indispensable para un punto y final. Para cortar las alas o reconstruirlas tan rápido como sea posible. Puede llegar a ser incluso el comienzo de una gran amistad o romper por completo años y años de confianza, de lealtad.

niño globos

Una palabra en sí no dice nada, pero en determinado contexto, momento o situación puede decirlo todo. Puede cambiar puntos de vista e incluso romper lazos que parecían indestructibles. El poder en un par de sílabas, en una frase escueta o parrafadas de líneas.

Estaba pensando el otro día en ello. En como un impulso desafortunado puede derivar en montones de palabras superpuestas una encima de la otra, como si hubieran sido escupidas de golpe, y terminar siendo el mayor desastre jamás acontecido. Puede terminar en charcos de sangre y mucho peor, hiriendo un corazón.

Si antes he dicho que nos definimos más por lo que hacemos lo retiro. Firmo aquí mismo mi renuncia a esas palabras, que conste en acta. CREO y ahora sí, que nos definimos por lo que hacemos sentir a OTROS.  Y eso, indiscutiblemente acompaña a la palabra y al hecho. Siempre recordaremos que “fulanito o menganito” nos hizo sentir tal o cual cosa. Al igual que otros nos recordarán por lo mismo. Por haberles hecho reír, llorar, pensar. Haberles hecho sentir a gusto, sentirse en casa, arropados, cobijados de la jauría. Haber sido capaces de crear en otro sensaciones, emociones que florecen de los poros de la piel, que se perciben con sólo tocarse.

Que son tan tangibles como invisibles. Y aún así tan ávidas como cualquier huracán. Que pasa atropelladamente por nuestra vida para ponerlo todo patas arriba y avisar. He estado aquí, lo he movido todo, ¡Reconstrúyelo! Comienza de nuevo. Otra oportunidad. Un aviso. Una ayuda para reiniciar, incluso para formatear tu vida y que no quede ni rastro de lo anterior. No fue. No existió. Nunca formó parte. Cuaderno nuevo. Folio nuevo. En blanco.

Es necesario cuidar y mimar cualquier detalle que salga por nuestra boca en forma de palabras. Para personas como yo, bastante impulsiva a ratos, quizá se necesiten buenas dosis extra de contención. De saber morderse la lengua. Contar hasta diez o hasta mil si hace falta. Irse a caminar, respirar, e incluso dormir y al día siguiente será. Que en frío se digiere mejor. Que desde la otra punta de la orilla se vislumbra la isla en toda su magnitud, completa, con la totalidad de sus partes. No es una ni dos, sino millones.

Puede que al final me quede con eso. Con las sensaciones que me evocan las personas que pasan por mi vida. Por lo que me han hecho sentir. Por la caricia que sentenció el inicio de mi historia de amor. Por el roce de su mano sobre mi mano. Por la textura y la suavidad de sus labios, que sentí con mis ojos cerrados. Que no vi. Por la melodía que fluye y brota de entre las cuerdas del arpa. Por sus manos dibujándola, dándole forma a una canción que puede interpretarse y SENTIRSE de mil formas distintas. Y evocar recuerdos. Y transformar el momento. Pasando de día gris, opaco y sin brillo al maravilloso y resplandeciente romanticismo que aportan unos acordes, unas bellas vistas de la ciudad, la gente en silencio escuchando, unos aplausos de fondo, las palomas dejando entrever y corroborando la esencia misma que nace de un minúsculo, insignificante e inolvidable instante. Insuperable.

hombre con arpa

“Me gustaban sus caricias y su pelo, y sus horas que eran mías, y mis labios en su piel. Y el aroma de ese perfume indiscreto que acostumbraba en el cuello donde tanto le busqué” .- Fernando Delgadillo.

Y es que te digo también, que ni siquiera es exclusividad de las personas, los lugares, la música, el sol sobre la piel, la lluvia arrastrando lo viejo, limpiando los traspiés errantes de la gente corriente, una flor vana, superflua, carente de signos vitales, olvidada, despojada de su razón de ser, también es arte y sensibilidad, también es amor y sentimiento. Y puede encender un corazón y enarbolarlo, dejarlo por siempre tocado, de una pureza y majestuosidad inusitada.

Hoy, cierro los ojos y elijo un momento de la semana. Una pequeña capilla, invisible para infinidad de viandantes que transitan sus calles a diario. Que no se percatan de su belleza decadente. Una música celestial, cantada a capela por una mujer, una voz prodigiosa, fuerte, capaz de transportarte a cualquier otro lugar con solo cerrar los ojos. Algunas velas perfilan los recovecos del oratorio. Unas lámparas de hierro caen del techo y presiden la estancia. Y de repente, sin más preámbulos, algunos presentes se suman a la canción. Voces melodiosas. Belleza indescriptible. Y yo, apartada del resto, soy testigo de toda esa magia. De toda esa aura que ha creado una suma de elementos.  Soy participe, me han hecho participe de alguna forma. Porque también estoy. Y desde mi discreta posición no puedo sino emocionarme. Dejar brotar las lágrimas por sí solas, sin presión, sin querer ocultarlas. Que no me avergüenzan. Dejar de pensar en el que dirán, en salir con la cara chorritosa de rímel. Disfrutar del momento. Del aquí. Ahora. Respirar profundamente sabiendo que este momento es único y jamás se volverá a repetir. Soy una privilegiada y hoy soy consciente de ello.

chica periodico retoque

Y tú, ¿Qué o quién te ha hecho emocionarte hasta dejarte perpleja y sin explicación alguna? Tiremos de la lengua. ¡También te ha pasado!

El poder de sentir y hacer sentir. Nada incomparable. Momentos que guardaremos para ti y para mí. ¿Los compartes?