¿Y qué? ¿De verdad?

Soy una persona excesivamente empática. Y aunque en principio pueda parecer una virtud, que no niego que lo sea, hay determinadas ocasiones en las que puede resultar un verdadero quebradero de cabeza y afectar de manera muy personal a cualquier resquicio de mi vida.

hermanas distancia

Enseguida siento el dolor de otro y lo vivo con una intensidad aplastante. Pienso en ello durante tiempo después y de alguna forma mis pensamientos viajan junto a esa persona a lo largo de mis días. Incluso me pasa con personas no tan cercanas a mí.

Estoy aprendiendo a relativizar las cosas. A no dejar que todas las noticias penetren en mí de la misma forma. Porque no se puede vivir así. Desgraciadamente en el mundo hay noticias terribles cada día. Y precisamente porque somos personas nos afectan, es inevitable. Sufrimos con las pérdidas, con las enfermedades, con las malas noticias que truncan los sueños de uno, con las despedidas, incluso con nimiedades que en el momento nos parecen montañas imposibles de escalar.

Cuando un latigazo golpea tu espalda con fuerza, valoras lo que antes no veías e incluso obviabas. Y descubres lo verdaderamente importarte, lo que siempre ha estado ahí. Lo que permanecía oculto entre tanto problema innecesario, entre tanta banalidad. La simplicidad de las pequeñas cosas.

Y te preguntas, ¿De verdad mi mayor preocupación residía en eso? ¿De verdad me enrabietaba por no saber que ponerme? ¿Por haber tropezado? ¿Por la lluvia que nos sorprendió un día de playa? ¿Porque el niño dibujara un arco iris sobre la silla blanca? ¿El perro destrozó el jardín? ¿Y qué? ¿De verdad?

El otro día leí que alguna de las palabras que más nos cuesta pronunciar a los adultos son: Perdón, ayúdame y gracias. ¿De verdad?

Piénsalo. ¿Dónde vamos a llegar? ¿Cuál es el límite? ¿Vamos a permitir que nuestra negativa a esas palabras nos defina? ¿Dónde reside lo humano? ¿Qué clases de personas queremos ser? ¿Algún día nos daremos cuenta? ¿Abriremos los ojos por fin y respiraremos aliviados? Espero que no sea demasiado tarde.

niño perro

Hoy, entre este matojo de palabras, siento la necesidad de dar las GRACIAS, así en mayúsculas. Por la infinidad de cosas buenas que disfruto. Porque siempre tenemos más de lo que creemos y menos de lo que lloramos.

Gracias a vosotros, por leerme, por estar al otro lado de la pantalla, ya sea de la tablet, el móvil, el ordenador o cualquier mecanismo electrónico del que disponemos. Sí, tú, el que va en pijama o bikini, el que me está leyendo desde la playa, la oficina o disfrutando del auténtico placer de vivir.

Gracias por cada comentario, por las veces que habéis sentido conmigo, ya sea congojo o felicidad, pero SENTIDO, ¡Qué pocas cosas hay más bonitas que esa! Por cada palabra, de ánimo, de fuerza, de felicidad. De crítica, también.

Agradezco cada persona que ha definido mi vida de alguna forma. Los que ya no están, los que llegaron y se quedaron y los que vendrán. Todos fueron y son imprescindibles, inolvidables e insustituibles. Cada uno, a su forma, dejó algo, una huella imposible de borrar. Un trocito de alma que me pertenece. Que cuenta una historia de dos vidas. Que cuenta con un pasado que voló y un presente que todavía es nuestro.

amigos gossip

Agradezco poder reír, llorar y cantar. Poder andar y correr. Poder sentir FELICIDAD. El susurro de las hojas mecidas por el viento. La frescura al enterrar los pies en la arena mojada del mar. El canto de los gorriones. Un paseo tranquilo, sin prisa, levantando el acelerador, y nuestra canción preferida. Escuchar la risa de alguien a quien amas, y reír con él/ella. Contar los dedos de los pies. Comerte a besos.

Agradezco, simplemente, poder ESTAR. Seguir luchando por entender un misterio de vida que quizá jamás se resuelva. Conservar la inocencia. Querer trepar más alto. Arriesgarse y querer un poco más. Conservar fotos viejas, recuerdos tontos que para nosotros son TANTO. No olvidar su perfume. Leer y releer historias. Escribir lo primero que venga a la mente, y tacharlo, o no, cumplirlo sí. Viajar y dejarse conocer. Escuchar a otros. Aprender de otros. Creer en otros.

Agradezco los madrugones por obligación, las noches hasta las tantas. Las copas entre amigos. Agradezco los “buenos días” seguidos de beso. Agradezco las sorpresas inesperadas, las visitas improvisadas y el ladrido del perro. Agradezco poder agradecer. Poder abstraerme del falso envoltorio y valorar, desde la semilla que crece con fuerza hasta los rayos del sol.

El buen tiempo se instala con fuerza, las colchonetas, las raquetas y las pelotas se instalan en los rincones de las casas. Sonreímos más y nos preocupamos menos.

Toca descansar, aprender a agradecer el silencio, encontrarse con uno mismo.

cate blanchett

Y repetir mucho: Perdón. Ayúdame. GRACIAS.

Perspectivas

Chaparrón de realidad. Sucede en milésimas de segundo, mientras te distraían otros planes. Y se hace presente. Ocurre y molesta, porque no lo esperas, porque no lo deseas, porque pellizca tan dentro que duele, que deja huella, herida y posiblemente una costra bien grande.

chica lluvia

¿Y por qué yo? Y revisas una y otra vez el currículum de tu vida, desplumas y les sacas el polvo a los aciertos y desaciertos. Porque los tenemos, es inevitable, al igual que las cosas que ocurren. Intentas buscar el por qué a algo que no lo tiene. Y pactas con Dios, le suplicas piedad e inconscientemente te viene a la mente engatusarlo con alguna frase del tipo: Si al final no ocurre prometo…

Un cambio de intereses mutuos. Es el argumento que esperas defender. Cruzas los dedos para vislumbrar la media sonrisa y la aprobación en sus ojos. Pero no llega. Y esperas, siempre queda esperar.

La paciencia nunca fue mi fuerte y soy consciente que lo bueno requiere tiempo, que la comida a fuego lento sabe mejor y que el paisaje se disfruta a cada paso que das.  Pero el aquí y ahora ha reinado mi vida a lo largo del tiempo  y me cuesta endemoniadamente adaptarme a la dilación y al transcurso de las cosas, las pautas, los stop que hacen bajar la guardia y la bofetada que alimenta el ego y enmudece al instante.

Las cosas tampoco son siempre como uno las ve. Casi siempre, resultamos afanosos ante los acontecimientos, nos cubrimos los ojos con nuestras propias manos y andamos cegados, en todo lo que creemos saber. Y que nadie te diga lo contrario, porque te sientes con el derecho de queja, de llanto, de dolor. Y muchas veces no es más que perspectiva, que cambio de posición, de ver más allá.

amigas pelo

La mayoría de veces, por no decir todas, construimos muros a nuestro alrededor creyendo que aquello que dejamos dentro es justo cuánto necesitamos. No vislumbramos más allá de nuestra propia sombra, cabeceamos ante lo que contradice aquello en lo que estamos seguros saber, y ¡Nos perdemos tantas cosas!

Yo lo tengo claro, me rindo, abandono al enanito gruñón que me susurra todo lo que cree que ocurrirá, el que siempre se adelanta a los hechos, el que me hace suponer y situarme en las peores coyunturas, el que me amarga sin motivo y por cualquier causa. Lo destierro al país de los “nunca” jamás. Que lo encierren en la mejor de las mazmorras, ahí bien calladito, aprendiendo la lección, copiando miles de veces un “por el jamás de los jamases”.

Al final, todo ocurrirá a su debido tiempo, y tanto si sale bien como si no, habrá solución, siempre la hay, es solo que determinadas palabras y pensamientos trastocan todo cuanto imaginamos o esperamos y se nos desbaratan los planes, se nos hacen añicos y a nadie le gusta ver sus sueños hechos trizas.  Pero precisamente por eso existe la reconstrucción, la capacidad del borrón y cuenta nueva del que tanto nos hablan. Por algo amanece cada día a pesar de las nefastas noches pasadas. Por algo marcamos en el calendario el 1 de Enero como inicio de algo, por algo festejamos el 31 y abandonamos y desojamos todo lo que dejamos atrás. Por algo existen las páginas en blanco, por algo escuchamos el eco de la voz…

Nuevas ideas, nuevos proyectos, nueva ambición, nuevas soluciones y resoluciones. Estamos hechos para crear.  Se dice, que en los momentos de crisis es cuando surgen las ideas más brillantes. La comodidad de lo ya dado nos limita intelectualmente, nos predispone a una situación sine qua non de conformidad, de linealidad. La variabilidad es desafío continuo, es transgresión. Es la capacidad de levantarse, pensar, creer, resurgir de unas cenizas. La intención de romper con todo, de atreverse a todo.

chica feliz

Con esta reflexión no pretendo nada. Es una forma de autocrítica personal,  de pararme un momento a recapacitar y darme cuenta que en infinidad de veces, de lo peor sale lo mejor, y aún así, lo peor no es por ello lo que me espera o nos espera.

El tiempo, así como la forma de enfrentarnos a lo que venga, será el fundamento para el cambio en las cosas. Fácil y sencillo.

Punto de inflexión

Es frustrante intentar ayudar a alguien que no se deja. Todos queremos dárnoslas de autosuficientes, de poderos, de autónomos frente a todo tipo de situaciones. Y, sin quererlo, se nos va de las manos, escapa a nuestro poder y termina produciendo completamente el efecto contrario. Porque admitámoslo, no somos dioses, ni máquinas capaces de soportar todo lo que venga, no estamos programados para seguir mirando al frente en situaciones que nos vencen, que nos hacen bajar la guardia y vernos desprotegidos, sin salida, sin ningún tipo de apoyo ni motivación.

chica lluvia equipaje

Permitamos y toleremos el punto de inflexión, el hombro donde llorar o los brazos a los que agarrarse. Eso no implica debilidad, seamos conscientes de una vez. Somos seres humanos, a lo largo de nuestra vida caeremos millones de veces, tropezaremos con las mismas piedras una y otra vez, nos equivocaremos y volveremos a recaer. Pero eso es así, es parte de la vida, del aprendizaje que se nos deja a cada paso que damos. No somos menos ni más superando los problemas solos o enfrentándonos a ellos desde el silencio, la desesperación y la angustia,  ¡Basta ya de martirizarse! No nos harán santos ni nos rendirán homenaje, no alzarán un busto en la plaza a nuestro nombre y, ten por seguro, que la soledad frente a la exasperación no hará sino más mella de la que ya por sí misma produce.

Es complicado estar frente a una situación siendo consciente que tus actos no cambiarán nada, ni las palabras, ni los consejos que han sido pedidos, ni siquiera esos.

Hay personas que eligen el bucle del que no quieren salir. A pesar del dolor que les cause se agarran a él como si les fuera la vida en ello, como si su esencia o su razón dependiera de eso mismo. No ven salida porque no la buscan y buscándola reinciden en ella persistentemente, volviendo de nuevo a la raíz del problema. Se quejan y de alguna forma son conscientes de su situación, de su desgracia, del deterioro que causa en sus vidas, y aún así, sabiéndolo, vuelven a olvidar lo vivido e insisten en aquello que jamás marchará. La historia se repite una y otra vez, el guión no cambia si los personajes siguen siendo los mismos, pensando y percibiendo las cosas de la misma forma. Pero algo he aprendido ¡Hay tantas formas de sentir! Y no todas ellas lícitas, sanas u honestas, o sí,  depende para quién y cómo. Dios, ¡Resulta tan difícil!

pareja en brazos lluvia

También soy consciente que los consejos siempre resultan más sencillos de dar desde una perspectiva externa, que uno no sabe lo que dice hasta que lo vive, hasta que lo experimenta en sus propias carnes, hasta que la tesitura queda igualada y se ve de lleno metido en una circunstancia desconocida, con las botas hasta arriba de fango y la cabeza revuelta de dudas. Sé que la seguridad queda relegada a un segundo plano cuando la confianza queda anulada, cuando intervienen más sentimientos que razones.

Pero también sé, que por encima de todo necesitamos y buscamos bienestar, la tranquilidad de saber que vivimos y somos de acuerdo a unos principios, a los nuestros, no a los de otros. Sé, que por encima de cualquier cosa estamos cada uno de nosotros, no con nuestras circunstancias ni con nuestras elecciones, sino pura y llanamente “nosotros”, cualquier cosa se vuelve secundaria ante algo tan transcendental como uno mismo.

Hay veces que es mejor callar y esperar, a que uno mismo reaccione, porque todos necesitamos tiempo, no se contabiliza por días ni años, es ilimitado y cada cual requiere el suyo. La protección para aquellos que nos importan es instintiva e imposible de eludir. Pero debemos ser conscientes de que cada cual somos seres individuales, y por ello necesitamos reaccionar por nosotros mismos. Encontrar el momento, nuestro momento, de decir ¡Basta! O ¡Hasta aquí! Será la mejor dosis de ayuda y superación. La que uno mismo elige.

amigas riendo

Por eso, y por infinitas razones más permaneceremos al lado, no delante ni detrás, no por encima, sino codo con codo, para que cuando vuelva a repetirse la canción de siempre estemos ahí para sostenerles, para ampararles en los momentos que prometerán no volver a repetir. Serán cuando más nos necesiten y les necesitemos. El amor, en todas sus variantes posibles, también forma parte de eso.

La debilidad de lo imperfecto

Tus imperfecciones te definen. Y no, no es un eslogan publicitario. Es más bien una realidad que desechamos casi de forma automática. Sin atisbo de duda, sin apenas titubeo. Enloquecemos ante la mínima fisura marcada por un canon predefinido, y es precisamente eso lo que hace balancear el bien más preciado, nuestra valiosa autenticidad.

chicas amigas andando y gente mirando

Exclusividad que se volatiliza, desaparece cuando queremos vernos marcados y enmarañamos y destruimos aquello que nos distingue, que nos hace diferentes, que nos define y define nuestro camino, nuestros zapatos, nuestra forma de andar, de sentir, de ver, observar.

No somos más que marionetas guiadas por personas que han encontrado la fórmula para crear ese tipo de necesidad en nosotros. La misma exigencia de perfección que nos intentan camuflar e introducir con calzador.

Y es que la perfección no es más que un cúmulo de imperfecciones. Tú eres extraordinariamente perfecto con tus millones de imperfecciones. Eso es así, y deberás ser consciente de ello, de tu potencial, de tu aptitud, de toda esa capacidad imperecedera.

Porque sí, lo eres, así, sin más. Y te lo digo con la sinceridad por bandera, con el corazón en la mano. Y no te vendo nada. Solamente intento transmitirte y decirte aquello que por la razón que sea te niegas a ver.

Nuestras propias barreras las creamos nosotros, nos autolimitamos, nos empequeñecemos, nos cortamos las alas. ¿Qué fue de aquello que siempre soñaste? ¿Dónde fueron todos esos proyectos? ¿Dónde quedaron las ideas, las ganas, la ambición?

niñas hadas

Te coartaste tu propia libertad, se te puso más o menos difícil, pero la decisión la tomaste tú y solo tú.

Me da rabia, mucha rabia, ver como continuamente nos fijamos en nimiedades, en absurdeces que determinan una actitud, y al final nos movemos guiados por ellas. Creemos tener el poder, y las inseguridades que guardamos como si de un tesoro tratase son las que marcan las pautas, las que determinan nuestra forma de actuar y al final son ellas las que rigen nuestros pensamientos, hechos y acciones.

No se trata de años ni de experiencia, se trata de encontrar la forma de aceptar aquello que de alguna manera vemos “atípico” como una oportunidad para distinguirse, para crear la marca que nos defina, que nos haga ser.

Somos tan poco coherentes y estamos tan limitados que somos capaces de observar en otro aquello que a nosotros nos horroriza y admirarlo.  Por millones de razones, porque desprende personalidad, madurez, identidad, carácter… Y eso nos asombra, definitivamente enamora. Una persona capaz de jugar y engrandecer aquello que la hace diferente es sin duda digno de admirar. Yo me quito el sombrero ante ello. Adulo ese tipo de caracteres irresistibles.  Es una debilidad personal.

mujer gafas inteligente

Somos mucho más que todo eso. Estamos por encima de cualquier estereotipo prefijado por alguien que decidió llamarlo “perfecto”.

Porque seamos sinceros, ¿Alguien puede definir perfección? ¿Perfecto? Sus significados son vagos y ambiguos. Porque posiblemente sea la palabra más subjetiva que exista. Y ahí, precisamente, reside el encanto. En lo intrínseco de la palabra, en lo individual.

Sal a la calle, cálzate lo mejor que tengas, porque tienes mucho, mucho que ofrecer al mundo.

Inventa, construye, proyecta y descubre las millones de cualidades, imperfecciones y perfecciones que hacen de ti ese ser extraordinariamente PERFECTO.

Las excusas son para los cobardes. Ahí lo dejo.

niñas diversidad

Noches con luna

pareja baile cocina

La gente se acuerda de las olas. De los susurros del mar. Se acuerdan de los días felices, de las noches con luna, con mantos de miles de estrellas.

Ella se acordaba del estruendo que provocaba su risa. De su piel manchada por la arena, del dorado que rebrotaba como miles de partículas por la tez de su rostro. Recordaba la suavidad de la brisa en las calurosas y codiciadas noches de verano.

Añoraba fervientemente la sensación que le producía recibir sus cartas. Sin WhatsApps, sin mails, sin llamadas. Simples cartas. Bolígrafo, papel y pizcas de sueños. Echaba en falta la ansiedad que delataban sus manos, temerosas, impacientes, ansiosas por sus letras, por sus palabras, por sus suspiros.

Sudores fríos, manos heladas, batiburrillos de ideas, felicidad momentánea.

Él, saliendo con la vespa desde la casa del pueblo, con su pelo azabache reverberando en la noche, con los ojos chisposos de ansiedad acumulada, de un año esperándola, pensándola, deseándola.

Anhelaba el misticismo de sus palabras. El romanticismo inerte a él, adherido a su esencia.

Un francés anclado en un pasado, en una historia, en un lo siento. Kilómetros de distancia, errores que no se supieron redimir, o no se intentaron, o no se pudieron, y ahí quedó.

pareja moto risa

Y no apareció, aquel Julio de aquel verano no se presentó. El pueblo costero quedaba vacío sin él. Sin sus petulantes palabras que embaucaban sin esfuerzo, sin intención, sin motivo. Ella quedó destrozada, por su tiempo de espera, ahora infructuoso, vano, irreal.

La gente se acuerda de los amores de verano, fugaces, atropellados, celosamente reservados. Ella aún lo recuerda, a pesar de los años. A veces se pregunta si él hará lo mismo, e instintivamente rechaza el absurdo de su pesar. Intenta engañarse con falsos “tampoco fue tanto”. Pero el “tanto” persiste, a pesar del tiempo, que no se detiene, que suma recuerdos y atesora momentos.

Una foto rasgada, arrugada, con pérdida de color. Olvidada en un cajón. Ella sonriente, con un collar de conchas, el que él minuciosamente confeccionó para ella. Para que no olvidara. Ella aprisionaba sus mofletes con los dedos, como señalando y dejando constancia de ese evidente bienestar. Él, con sus carantoñas de siempre, el pelo alborotado y todo el amor que traicionaban sus ojos. Una rúbrica en el reverso: 15 de Julio de 1998.

pareja fotomatón

Una llamada.

Han pasado diecisiete años. El temblor de manos no se le ha ido. Sigue intentando aparentar serenidad, a pesar de la cantidad de sensaciones que aletean en sus entrañas.

Sentada en una cafetería de Madrid, repiqueteando con las uñas la mesa, con un movimiento constante, desafiante.  Observa el reloj. Se ha anticipado, pero no puede evitarlo. Prefiere llegar antes, esperar, preparar la jugada. No sabe que todo se le desmontará en un instante, que el amor es de todo menos predecible.

Un hormigueo que eriza la nuca, casi como un cosquilleo. Y oscuridad. Le cubren los ojos con las manos. Y no hizo falta girarse, sabía quién era.  Ella sonrió, tranquila, impasible, disfrutando el momento. Ahí estaba, a su espalda, dejando entrever que algo importaba. Su presencia, todos esos años de ausencia.

Y los ojos se buscan, se encuentran. No hacen falta palabras.

La gente se acuerda de las sonrisas, de los perfumes, de la suavidad de la piel. Se acuerdan de todo lo que fue. Y, persisten en el deseo por descubrir, todo lo que podrá ser.

foto pareja cafetería

Ella

niña ballet tutu

Salgo decidida al escenario, sin ápice de indecisión, valiente, segura. El telón se abre, una expectación absoluta, silencio sepulcral e incalculables ojos escrutándome con la mirada, deseosos, impacientes. Un foco me ciega la vista por segundos. Voy intentando adaptarme a la luz, buscando entre las hileras de asientos. Y, por fin la encuentro, siempre lo hago. Ella.

La gente desaparece, la luz atenúa el ambiente, encuentra la óptica idónea. Para mí no queda nadie en la sala, ni ruidos, ni murmullos, ni sombras. A pesar de encontrarse la sala llena hasta los topes, mi única y exclusiva fijación la encuentro unos asientos más atrás. Con cámara en mano, emocionada, orgullosa, intentando captar y congelar el momento. Atesorar el recuerdo. Me saluda con la mano y me quedo tranquila. Ya puedo comenzar.

Siempre fue así. El pasar de los años no cambió nada, y es que hay cosas que es mejor dejar como están.

Siempre la quise impresionar, mi único y ferviente deseo era que ella me viera, que disfrutara de mí, que se sintiera feliz. Uno siempre intenta brillar con su propia luz, rebrotar entre lo común y sentir aprobación por parte de aquellos a los que uno quiere.

Adoraba el momento de bajar a toda prisa por el escenario y lanzarme a sus brazos, qué me dijera lo maravilloso que había sido y lo asombrada que estaba.

madre y bebe

Más adelante, una se da cuenta de las cosas. Siempre deseosos por agradar, por sentir reconocimiento. Y hay personas a las que no hace falta impresionar. Ya lo están, hagas lo que hagas, desde el primer minuto de vida.

Ella me quiso aún cuando no me conocía, cuando me sentía. Me quiere cada día más por lo que soy, incluso cuando yo no lo hago. Me conoce como nadie lo hace, cada cicatriz, cada mancha, cada lunar, cada huella que quedó y no se fue, cada abrazo que sentí, las taras que recosí a conciencia y todas las imperfecciones que se intentan ocultar.

Besó mis rodillas magulladas, mis ojos lagrimosos. Me infundió valor, y lealtad, a las personas que nos aman, a los que siempre están. Rezó por  mí, imploró por todo aquello que yo deseaba. Lo sigue haciendo, cada día sé que lo hace.

Me siento agradecida, bendecida, por todo lo que ella me da. Por su cariño infinito, por su saber estar. Es mi referente. Mi heroína. Mi punto de apoyo, el pilar que sostiene mi vida. Siempre pendiente de los demás, de satisfacer necesidades ajenas. De mirar por el otro, sin esperar. No sé de donde encuentra la fuerza, el tiempo que exprime hasta la última gota. La lucha y las ganas incansables, siempre a punto, lista, preparada.

madre e hija rulos

Todo lo que soy se lo debo a ella, y más aún, todo lo que no soy. Casi que por eso le debo más. Porque un niño puede llegar donde quiera, pero necesita apoyo, motivación, y eso jamás me faltó. También ella tuvo una buena maestra. Terminamos inconscientemente repitiendo exactamente aquello que vemos, incluso lo que prometimos no imitar. Somos un “copia y pega” de lo que hemos vivido.

No sé si algún día podré transmitir también yo algo del legado que involuntariamente me dejan. Pero también es verdad, y soy consciente, de que soy el resultado de retales del pasado. Mi historia y mis antepasados me definen. No provengo únicamente de mis exclusivas vivencias o desarrollo personal. Soy todo lo que otros fueron. Aquello que legaron, que pasó de padres a hijos, y hoy me llega a mí. Los valores, las costumbres, un hilo invisible e imperceptible que nos une, acumulan una esencia imperecedera e indestructible que sobrevive generación tras generación.

Soy parte de mi historia familiar, del gorgoteo del río que fluye sin más. Todo pasa, nada queda.

Hoy, necesito casi de forma imperiosa, hacerle un guiño al pasado. Honrar de alguna forma a los que ya no están, a los que intervinieron en mi crecimiento, a todos aquellos que, de alguna forma, me han hecho ser lo que soy.

Y, por supuesto, a ella, que cada día me recuerda que la felicidad depende de cosas tan sencillas como la familia. Gracias por contribuir a todo cuanto tengo, soy y seré.

madre e hija maquillandose

Me pregunto

Y me pregunto si me estarás viendo, aquí sentada, echándote en falta. Me pregunto si sabes que cumplí con aquello que pedía desde mis diecisiete y a lo que todos hacíais oídos sordos por miedo, miedo a lo que no conocemos, miedo a las consecuencias, a que todo saliera mal, miedo a que luego me arrepintiera. Y no sé si sabes que me decidí, y estoy feliz.

Me pregunto, y ahora más que nunca si me ves, porque ojalá lo hagas, necesito que lo sepas, inconscientemente suplico porque así sea. En sueños te busco y te lo cuento. Te cuento que me caso, que al final damos el paso, y que no podía elegir ni existir mejor fecha para ese acontecimiento que el día de tu cumpleaños.

pareja en brazos

Me pregunto si sabes que terminé la carrera, y que intento cada día luchar y convertirme en la mujer que siempre quise ser, tanto personal como profesionalmente. Quizá ni siquiera tenga nada claro, pero te juro que lo intento, y algún día quizá lo logre.  También te digo que estoy mejor que nunca, más fuerte que nunca y mi determinación marca el paso de mis propios objetivos, ocultos o no.

Te pido que seas testigo del día más feliz de mi vida, porque cuando me encuentre rodeada de gente ten por seguro que te buscaré entre la multitud, iré descartando rostros conocidos, intentando vislumbrar tu sombra, tu silueta, a ti. Y necesitaré encontrarte, necesitaré sentirme arropada, saber que estás ahí, al otro lado, velando por mí.

No necesito verte con nitidez, no me hace falta, porque sé que no es necesario y más cuando estoy totalmente segura de que tu presencia la sentiré de inmediato.

Ya he elegido mi vestido, es exactamente igual al que aparecía en mis sueños. Me pregunto si te gustará, si le sacarás “peros” o si por el contrarío te emocionarás al verme con él, seguro que ambas.

Espero que ese día me ayudes a ponérmelo, quiero notar cómo me abrochas los botones de la espalda, la calidez de tus manos en mis hombros y la ternura que sólo puede transmitir alguien como tú.

Prométeme que me acompañaras al altar, que guiarás mis pasos y no me dejarás caer. Da igual que el papá me lleve agarrada del brazo, también te necesito a ti.

foto boda

En el fondo, sé que estarás en el brillo de mis ojos cuando me emocione, porque sabes que lo haré, que soy una llorona empedernida y nada me detiene cuando empiezo. Que lloro sin motivos y por cualquier cosa, que de repente algo me anuda el estómago y en ese momento sé que viene, que llegan las lágrimas como olas gigantescas arrasando con todo lo que pilla por medio. También sabes que intentaré disimularlo, abriré los ojos fuertemente y suplicaré porque aquello pase sin pena ni gloría.

Sé que estarás en la emoción y la ilusión que me embargará en esos momentos, en mi sonrisa y en cada uno de mis pensamientos. Eso sí que no me lo arrebata nadie. Tú y yo.

Quiero que formes parte de todo esto. Quiero que vivas ese día tal y como lo viviré yo,  que lo hagas a través de mis ojos.

Y aquí me tienes, suplicando tu presencia, rogando porque así sea. Porque dicen que todo lo que uno desea con todas sus fuerzas al final se cumple, y eso espero, porque no hay nada que pueda desear más.

Me pregunto si sabes que no hay día que no te recuerde. Y no sé porque me preocupa todo esto, no sé como soy tan tonta, porque conociéndote tal y como te conozco sé que ese día no te lo perderás por nada del mundo, ni por millones de impedimentos ultra inimaginables.

Te recuerdo y te espero.

baile nupcial

Contadas y leídas

madre e hija

Te sentabas a mi lado, sujetando con la mano mi libro, yo leía en voz alta, poniendo voces, queriendo diferenciar a los personajes, haciéndolos reales, cobrando vida, saltando de página en página, reconstruyendo historias, memorizando frases.

Nos inmiscuíamos en sus vidas, formábamos parte de sus relatos y ellos de los nuestros, intercambiábamos opiniones, gustos y colores.

Era nuestro momento, de huir, de adentrarnos en lo desconocido, en lo peculiar, en lo fascinante. Nos reíamos con sus chismes, con esa forma de hablar tan característica, derramamos alguna que otra lágrima, buscando consuelo en las páginas contiguas, esperando ese cambio, la transición que desencadenara la variabilidad.

Evolucionamos con las historias, crecimos con ellas, viajamos y soñamos con ellas. Y sí, soñamos mucho, creyendo y teniendo esa fe inquebrantable en que todo aquello era más que real, porque al final lo era.

marilyn leyendo

Y es que aquello que se ve se aprende, siempre tú tan enganchada a tus libros, predicando con el ejemplo, abstraída en aquellas hojas viejas, con aquel olor tan suyo. Retales de trozos amarillentos con millones de palabras que forman montones de historias que deben ser contadas y leídas.

Quizá sea éste uno de tus mejores legados, aquello que se pasa de mano en mano y queda para siempre. Se me dio la oportunidad de creer, de evadirme, la oportunidad de experimentar, de aprender, de sobrecogerme con ello.

Me sentiría vacía en un mundo carente de fantasía, un lugar donde no existiera tinta y papel donde plasmar ideas, vivencias, donde poder refugiarse soñando con vidas distintas, con lugares que existen en trozos de cuartillas.

Al final resulta un vicio, se crea una necesidad imperiosa de mantenerlo cerca, te atraen incluso las portadas, las texturas, el grosor de las páginas, la tipología de letra…

Te confías a él de la misma forma que lo hace a ti. Sientes las historias como tuyas, las echas en falta cuando ya no están, te entristeces con el final, no por las historias que relatan sino porque algo termina. Dices adiós a sus personajes, y algo parece que se rompe por siempre.

Quedan esas ganas de continuar, cuando cierras la contraportada y quedas expectante, preguntándote, ¿Y ahora qué? ¿Qué sucede después?

Esa es la magia, ese sabor de confort que queda, ese punto y final.

parejas bicis

Nunca y Siempre

siempre quedará paris

Hoy más que nunca llamo a tu puerta, con la esperanza de poder oír tu voz. Intento clarificar tu imagen, esa sonrisa dulcificada por años de gratitud, y todo el amor que repartías con cada caricia.

Hoy más que nunca pienso en aquello que nunca te dije, en miradas y palabras que permanecieron guardadas. Da igual el tiempo vivido, siempre quedan cosas pendientes, siempre con esa puñetera manía que tenemos de creer en la eternidad de las cosas.

Y es precisamente eso lo que confunde, porque todo es posible, menos lo eterno, al final se desvanece, se marcha y algo marcha contigo.

Hoy más que nunca te añoro a rabiar, te culpo y me culpo por la rapidez con la que todo se va. Que no importan los miles de años que pasen, siempre se viven con fugacidad.

Maldito el momento que te dejé marchar. Malditos los ratos que ya nunca vendrán.

Y es que cuando te fuiste me dio miedo olvidar, dejar de notar la suavidad de tus manos, la calidez de aquellos abrazos, tan fuertes, tan nuestros, tan tuyo y mío. Algo se fue en mi para siempre, un trocito mío te lo llevaste, desapareció con aquél fastidioso día de Marzo. Y tómalo porque no lo quiero.

Y no odio el mes, no odio los días, ni siquiera todo lo que me recuerda. Con el tiempo se aprende a pasarlo sin más, a dejarse llevar, a permitirse recordar.

chica al sol

Los instantes vividos residen en una memoria perenne, se instalan con fuerza en el jugo de toda mi esencia para no marcharse nunca, deciden cabalgar a sus anchas y yo, con toda la añoranza que soy capaz de sentir, les doy vía libre, porque les necesito casi de forma imperativa, indeclinable y preceptiva.

Te juro que te pensaba invencible, con tu capa de luchadora, con esa fuerza que sacabas de no sé donde, dime de donde, porque quizá la necesite, para luchar contra dragones gigantes desde mi pequeña torre infranqueable.

Hoy más que nunca repetimos como papagayos tus frases, intentamos que sigas presente, que pulules en el brillo de nuestros ojos y te sigas deleitando de nuestras pequeñas conquistas.

Te abrazamos aunque ya no estés, te sentimos con más garra si cabe que nunca, notamos la frescura que a día de de hoy nos sigues dejando sentir.

Hoy y siempre, mañana y nunca, siempre es demasiado poco para ti, nunca es demasiado poco para tanto.

Una vez, escuché una frase que venía a decir algo así: Nunca digas nunca, bueno, dilo cuando estés totalmente convencida.

Y yo, hoy y siempre te digo nunca, nunca pasará, nunca se olvidará, nunca desaparecerá.

Quédate a mi lado, y quédate siempre.

reloj

Prefiero

i love you carta

No necesito que me lleves a la luna. No espero que le asignes mi nombre a una estrella. No pretendo que me hables en verso, ni escribas promesas en el cielo.

Prefiero las noches a solas, con conversaciones insustanciales sobre temas intrascendentes. El “te quiero” cuando menos lo esperas.

Prefiero el silencio que compartimos en momentos de desencanto. El apoyo incondicional que siento con tenerte a mi lado. Aunque no digas nada. Que me prestes tu hombro para apoyar mi cabeza, y nos quedemos así, sin palabras.

Prefiero la rapidez con la que me quitas el peso de las manos, con la que te prestas a la ayuda, con ese placer que te produce mi alivio. No lo haces por demostrar nada, es una espontaneidad natural, te surge con franqueza.

Prefiero las palabras sinceras, los gestos sentidos y los detalles banales.

Me agrada cuando me pasas el brazo por el hombro, protegiéndome con tu cuerpo, haciéndome sentir segura. Cuando calientas mis manos a soplos, y las resguardas entre tus manos.

Me gusta cuando me miras encandilado, escuchando cómo emocionada te cuento todo lo que me ha pasado, con ese ritmo atropellado de palabras que se pierden y superponen unas con otras. Me gusta cuando me interrumpes apartándome el mechón de pelo que obstaculiza mis labios. Y me quedo parada, silenciosa, agradeciendo ese gesto, sorprendida por esa zalamera interrupción.

 niños batido

Me gusta cuando me escribes, cuando me llamas, cuando no tienes nada que contarme y aún así lo  haces.

Me gusta cuando nos emocionamos haciendo planes, cómo imaginamos todo lo que ocurrirá sin que al final ocurra.

Me gusta la costumbre esa de anotarnos los restaurantes a los que nos gustaría ir, aunque al final, siempre acabemos en los lugares de siempre. La lista cada vez es más grande, y siempre decimos que tendremos tiempo para probarlos todos. Eso me gusta, el “ya tendremos tiempo”, implica que estarás aquí, hoy, mañana, después.

Me muero de la risa cada vez que presumes de saberte todos los nombres de las calles. Nunca niego que te los sepas pero orientación te falta y a mí me sobra, y serás incapaz de admitirlo. No sé, orgullo masculino o tonterías del estilo.

Admiro esa capacidad que tienes de hacerme sonreír y que se me pase cualquier enfado. A cualquier hora, en cualquier momento.

corazones 1

Agradezco como siempre piensas en mí para todo. Cómo me tienes presente. Cómo tus planes al final son mis planes.

Agradezco que estés aquí, que formes parte de mi vida. Agradezco que me escogieras, que decidieras compartir tu vida conmigo.

Al final me faltan palabras para agradecer tanto.

Agradezco el tú, el yo, ese “nosotros”.

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