¿Cara o Cruz?

– Los ojalá son para personas que viven en el pasado.

– ¿Y tú? ¿Nunca lo piensas?- Pregunté temerosa de que zanjara la conversación en cualquier momento.

– Jamás. Bueno, quizá en algún momento de mi vida lo haya hecho- Contestó mientras daba vuelvas a la moneda que tenía en sus manos-. Quizá lo esté haciendo ahora mismo.

jackie kennedy

Yo no dejaba de observarle. En sí siempre fue un misterio, de cabeza a los pies. Cabezón donde los haya y curioso a más no poder. ¿Peculiar? Sí, puede ser. Y decidido. Demasiado atrevido quizá para mí. Demasiado libre también.

Pidió una copa más y me miró, apoyado en la barra de aquél pub tan cutre. Con olor a juerga, a alcohol, a palabras que no se escuchan y miradas perdidas.

-¿Tú qué? ¿Vives así? ¿Con pocas agallas para lanzarte? ¿Con duda o miedo?- Dijo sin apartar la vista de mí.

-No- contesté repentinamente- Sí. Bueno, a veces, ya sabes, todos en cualquier momento de nuestra vida cabeceamos, insistimos en lo imposible y dejamos atrás oportunidades por miedo. Yo también soy así. Puedes incluirme en tu lista de casos perdidos.

-Nunca te incluiría ahí.

Miró la moneda por última vez y la lanzó en el aire. A pesar de la velocidad que cogió y la suciedad del suelo la localicé al instante.

-¿Cara o cruz?- Preguntó sin tiempo a que me recompusiera de aquella situación tan imprevisible.

– Cara- Repliqué sin más preámbulo.

Me asustaba. Definitivamente lo hacía. Al mismo tiempo que creaba en mí un sensación de excitación difícil de explicar. Unas ganas tremendas de más. De que no callara, de que no se fuera, de que él mismo decidiera quedarse. Enseñarme, hablarme, provocarme.

pareja icónica

-Tienes que prometerlo, ¡Promételo!- Insistió.

-¿Pero el qué?

-Tú hazlo y calla, ¡Arriésgate por una vez en tu vida! Sin cuerda, al vacío. Sin saber dónde terminarás o qué será de ti.

– ¿Y si no me gusta lo que encuentro?- Pregunté agobiada. La situación comenzaba a superarme. Odio estar entre la espada y la pared. Siempre lo he odiado.

Bajé la mirada y no vi nada. Sólo mis zapatillas desatadas y toda esa paparruchada que estaba soltando en busca de una excusa. Perfecta para huir. Para no atarme, como mis zapatillas. Libre como él. Como las dudas y el miedo. Esclava también de todo eso. Ingenua de mí.

-Lo prometo- murmuré casi para mí.

Él sonrió. Un mechón de su pelo rizado caía sobre su frente. Barba descuidada de un par de días y mirada profunda, como sus palabras, que sin él saberlo cambiarían algo para mí.

-Ya lo has hecho, te has comprometido a algo. Y las palabras son importantes. Sobre todo las que uno se dice a sí mismo. Esas son las más peligrosas, porque sin darnos cuenta se tatúan en el alma y nos impiden o nos hacen trepar tan alto para alcanzar las estrellas. No importa qué pasará o qué consecuencia tendrá. Importa este momento. La promesa que te has hecho, que me has hecho. Importa tu decisión a arriesgar, a no quedarte con los brazos cruzados y dejarlo pasar. Era este momento, pero no por mí, ni por un empujón que cualquiera pueda darnos, sino por ti, exclusivamente por ti.

No podía apartar la mirada de él, y mis oídos no querían escuchar nada que no fuera su voz. Las personas así enamoran, no conquistan para un rato, no aparecen y se marchan. De alguna forma se quedan para siempre. Aunque se marche lejos. Aunque no volvamos a saber del otro.

pareja barra de pub

-Y ahora, ¿qué?- Insistí con ganas de más. Siempre de más. Ya no podía retroceder, ya no podía huir ni lo quería. Era mirar al frente, la moneda, los sueños, las ganas dormidas, temerosas, impacientes…

-Compruébalo- Me retó-. Ves y compruébalo, corre.

Y no me lo pensé. Me abrí paso entre la gente ajena a todo. A nuestro mundo. Y la vi. Cara. Había sido cara. La cogí y la apreté entre mis huesudos dedos. Tenía que saber que pasaría. Y me dirigí a él. Tenía que verla. Existía un 50% de posibilidad y me había escogido. Mi elección.

Y él ya no estaba. Se había marchado sin más. Una servilleta de papel envuelta.

“No importaba para qué. Pero ahora es tu excusa. Hazlo”

Y tenía razón. En el momento en que decides lanzar la moneda, apostarlo todo a un número, a una cara o a lo que sea, algo en ti ya ha decidido qué, cuándo y porqué.

Lo elijo entre doce

Me gusta Marzo. Me suena hasta bien al pronunciarlo. Corto y directo, enfatizando esa Z que le aporta personalidad. Así me llega el mes, rápido y sin dilación. A las puertas ya de la misma primavera. Del cambio de hora. Un salto bien grande hacia delante. De dos a tres y tiro porque me toca.

salto al agua

Marzo es comenzar de cero. Es darte cuenta que las cosas cambian, que nada permanece y dura para siempre, es transgresión y vitalidad. Es creer que todo es posible. Adiós a las penas, a la tristeza y melancolía de la lluvia, del frío. Son flores que florecen y días iluminados, de esos en los que tienes que entornar los ojos porque la potencia de los rayos limita tu visión, y a pesar de ello, te saca una sonrisa bien grande.

Marzo me hace desperezarme y sentirme preparada para todo, me saca de un salto de la cama con ganas de ruido, de risas fuertes, de griterío en terrazas con cañas por medio. Marzo es ambición, son uñas pintadas de colores alegres, son estampados imposibles y unas ganas tremendas de quedarse aquí. De no salir corriendo. De querer estar.

No siempre el mes me ha traído lo mejor. Consigue recordarme quizá alguna de las cosas que más me duelen. Y a pesar de ello, lo elijo entre doce. Es aceptarlo tal y como es. Con sus sorpresas y decepciones. Con las buenas y las no tanto. Es saber que lo perfecto aburre, y que sí fuera tan lineal como otros no me haría sentir, y quizá sea eso lo que más agradezco, la paleta de colores, el yin y el yang, la diferencia que marca con todo lo que me recuerda, y peor aún, con todo lo que sé que podría haber sido.

A pesar de todo, no pierdo la esperanza, porque cuando crees en algo, cuando pones todo tu empeño y tienes la firmeza y convicción necesaria, OCURRE.  Se transforma en real, en auténtico, lo bueno sabe mejor, y lo peor no lo ves tan malo. No sé si es el cambio de óptica, e incluso el mes, que sin yo saberlo me invita a creer en él, dejándome pistas por todos lados, haciéndome soñar con lo que otros me han arrebatado. Es fe, ilusión y ganas de cambio.

Dicen que cuando algo te gusta se nota, lo delata tu actitud, tu forma de andar, de comportarte, incluso los rasgos de la cara se suavizan y te ves más guapo. Cuando algo te gusta, ese mismo “ENTE”, llámalo como quieras, es consciente de ello, y lo dado es devuelto multiplicado por millones más. Lo mismo ocurre con las personas con las que congeniamos, las que “nos caen bien”. Creo que sin darnos cuenta irradiamos esa felicidad en ellos, esa sensación de “coge mi mano que te sujeto”, esos brazos abiertos, esa ACEPTACIÓN, que de alguna forma se presume. Se percibe, no se sabe bien cómo, pero lo hace. Y justo lo que estamos proyectando nos es devuelto, a través de complicidad, de empatía, de SIMPATÍA mutua.

foto amor

Quizá sea así con todo. Quizá tengamos que cargarnos de energía positiva, envolvernos constantemente de buenas vibraciones, de buenas palabras, de mejores pensamientos. Ir dejando a un lado lo que nos aterroriza para dejar el entorno limpio de injerencias desconocidas.

Quizá debamos sumar apoyos y restar mucho más los daños colaterales, pasarlos de largo, no detenernos tanto a pensar en ellos. Hacer fuerza, unos con otros.  Cogernos bien fuerte para formar una cadena humana. Para librar las batallas juntos, para no sentirnos solos ante las dificultades, para recibir apoyo, para ofrecerlo también. Para cerrar círculos. Para abrir nuevos. Para que se produzca el cambio, para que disfrutemos de ello. Para agradecerlo. Para trastornarnos y aún así encontrar el por qué. Para comprender que las escaladas más duras conllevan mayor responsabilidad, mayor esfuerzo, mayor trabajo y MEJOR recompensa. Mejores vistas. Mayor gratitud e infinitamente mayor satisfacción.

Marzo es color, es la sorpresa de quién descubre algo escondido durante generaciones, lo pule y lo hace brillar. Es la belleza de lo espontaneo, de lo natural. Es una risa sin porqué. Es la luz al final del camino. El café que invita a una pausa de trabajo a marcha forzada. El primer sorbo de una cerveza bien fría, con los ojos cerrados, saboreándola y dejándose llevar por el romanticismo de la vida. Por lo que se nos regala, por lo que disfrutamos.

Marzo es la sencillez de quién no espera fastuosidades, de quien en lo banal encuentra lo sublime. De lo que se hace esperar. Marzo son los días previos al viaje. El ansía de que llegue con el miedo a decir adiós demasiado pronto.

chica zapato

Me gusta porque sí, sumado a todo lo que me provoca.  Y ahora sólo cabe esperar, que nos sorprenda, que nos llene de vida, que la felicidad sea exponente de lo que anhelamos y que Marzo lo cumpla todo, que no deje nada por hacer, que no nos quede nada por soñar.

Y tú, ¿Con cuál te quedas?

El mío entre doce.