Pensaba y podía

Éramos niños, todos lo fuimos, a veces se nos olvida. Nos gustaba caminar sin pisar las líneas del suelo, a pequeños saltitos, intentando ganar la partida, el reto silencioso que nadie entendía. Yo siempre fui más de rayuelas a media tarde, de extraescolares que inundaban horas de silencio contenidas y meriendas de bocadillo con lo que sea. Sentía debilidad por todo lo que contuviera “Disney”, y los miles de muñecos esparcidos por la cama no eran sino una oportunidad de imaginar todo lo que quisiera, podía convertirme en doctora, en maestra o veterinaria. Podía construir vidas híper alejadas de cualquier sensatez, podía incluso adivinar lo que estaría a punto de pasar. Un poco de vidente también tenía. Pues eso, que podía.

rayuela

Él era más de balón y rodilleras para pantalones rotos, arañazos que se curaban a besos y betadine en cantidades industriales. Era de chutar tan alto que se podía rozar el cielo, de gritar tan fuerte que las ramas agitaban al viento. Extremos que rivalizan por posicionarse en lugares privilegiados. Totalidad o ausencia. Extremista, siempre dando todo por esa opaca nada.

Mismos y distintos caminos, parecidas costumbres, lugares que nos unen y distancias que separan. Y es que lo que tiene que ser es, sin presión, sin embustes, sin tener que burlar a la vida, sin tener que embaucarla con historias imposibles, con promesas que dificultan las rutas que trazamos, las que cincelamos en busca de todo lo que deseamos.

Pensaba yo en todo eso, en la causalidad o la casualidad, en el destino, en las decisiones que tomamos, en las que decimos adiós, en todo ese batiburrillo de proyectos que tuvimos, que seguimos teniendo, que ahora compartimos. Pensaba en las jugarretas que te prepara la vida para luego regalarte pinturas de mil colores, para poner en tus manos las herramientas que trazarán los esbozos de intenciones futuras, de ideas o aspiraciones que algún día surgirán.

Pensaba en la simplicidad y grandilocuencia de las cosas, en lo paradójico que resulta darse cuenta que situaciones carentes de benignidad son ahora, y fueron en su momento, el impulso de acontecimientos que devinieron en éxitos rotundos. Por innumerables razones, por incalculables motivos. No tuvieron renombre, no hablo de ese tipo de triunfos aceptados por todos, si no de aquellos que engrandecen el alma, los que en silencio se convierten en paliativos y adquieren poco a poco ese sabor a confort, a estar en casa, a “por fin aquí”.

pareja apoyo

Me gusta pensar que nos dimos de bruces mil veces a lo largo de los años sin darnos cuenta. Me gusta imaginarnos, ahí pequeñajos, del brazo de nuestros abuelos, caminando por las calles del pueblo, yo con golosinas en los bolsillos y él con la colección de cromos. Me gusta imaginar que chocamos, que las miradas se cruzan por segundos, y continuamos impasibles nuestro camino, cada cual el suyo, paralelo, sin poder imaginar todo lo que sería, lo que seríamos, lo que viviríamos. Un déjà vú futuro. Una visita express a lo que somos.

Y nunca sabremos si efectivamente sucedió así, o se queda en una cursilería sensiblera por el deseo de querer pensar que de alguna forma estábamos entrelazados.

foto beso niños

Pensaba en los millones de sueños que tuvimos, los que se quedaron simplemente en eso. Pensaba en todo lo que quisimos ser, en aquello que esperábamos que sucediera cuando pasasen X años. Todo lo que esperábamos ser en el hoy. Y lo que no somos. Ni lo que nos asemejamos. Pensaba en que no es ni mejor ni peor, simplemente distinto.  Que tampoco soy esa niña que construía castillos de arena. Tampoco puedo pretender equiparar lo que deseo hoy a lo que deseaba entonces, porque los años pasan, y con ello la capacidad de inventiva, la personalidad, la madurez que pesa sobre los hombros y la cantidad de gustos personales.

A pesar de todo, seguimos soñando, imaginando todo lo que desearíamos tener en nuestras vidas. Sintiendo y esperando. Ese aspecto no cambia, se mantiene inamovible. Y quizá sea una de las cosas que jamás deberá hacerlo. Porque cuando se sueña se debe hacer a lo grande, sin limitaciones, o todo o nada. Como es él. Como un niño.

Punto de inflexión

Es frustrante intentar ayudar a alguien que no se deja. Todos queremos dárnoslas de autosuficientes, de poderos, de autónomos frente a todo tipo de situaciones. Y, sin quererlo, se nos va de las manos, escapa a nuestro poder y termina produciendo completamente el efecto contrario. Porque admitámoslo, no somos dioses, ni máquinas capaces de soportar todo lo que venga, no estamos programados para seguir mirando al frente en situaciones que nos vencen, que nos hacen bajar la guardia y vernos desprotegidos, sin salida, sin ningún tipo de apoyo ni motivación.

chica lluvia equipaje

Permitamos y toleremos el punto de inflexión, el hombro donde llorar o los brazos a los que agarrarse. Eso no implica debilidad, seamos conscientes de una vez. Somos seres humanos, a lo largo de nuestra vida caeremos millones de veces, tropezaremos con las mismas piedras una y otra vez, nos equivocaremos y volveremos a recaer. Pero eso es así, es parte de la vida, del aprendizaje que se nos deja a cada paso que damos. No somos menos ni más superando los problemas solos o enfrentándonos a ellos desde el silencio, la desesperación y la angustia,  ¡Basta ya de martirizarse! No nos harán santos ni nos rendirán homenaje, no alzarán un busto en la plaza a nuestro nombre y, ten por seguro, que la soledad frente a la exasperación no hará sino más mella de la que ya por sí misma produce.

Es complicado estar frente a una situación siendo consciente que tus actos no cambiarán nada, ni las palabras, ni los consejos que han sido pedidos, ni siquiera esos.

Hay personas que eligen el bucle del que no quieren salir. A pesar del dolor que les cause se agarran a él como si les fuera la vida en ello, como si su esencia o su razón dependiera de eso mismo. No ven salida porque no la buscan y buscándola reinciden en ella persistentemente, volviendo de nuevo a la raíz del problema. Se quejan y de alguna forma son conscientes de su situación, de su desgracia, del deterioro que causa en sus vidas, y aún así, sabiéndolo, vuelven a olvidar lo vivido e insisten en aquello que jamás marchará. La historia se repite una y otra vez, el guión no cambia si los personajes siguen siendo los mismos, pensando y percibiendo las cosas de la misma forma. Pero algo he aprendido ¡Hay tantas formas de sentir! Y no todas ellas lícitas, sanas u honestas, o sí,  depende para quién y cómo. Dios, ¡Resulta tan difícil!

pareja en brazos lluvia

También soy consciente que los consejos siempre resultan más sencillos de dar desde una perspectiva externa, que uno no sabe lo que dice hasta que lo vive, hasta que lo experimenta en sus propias carnes, hasta que la tesitura queda igualada y se ve de lleno metido en una circunstancia desconocida, con las botas hasta arriba de fango y la cabeza revuelta de dudas. Sé que la seguridad queda relegada a un segundo plano cuando la confianza queda anulada, cuando intervienen más sentimientos que razones.

Pero también sé, que por encima de todo necesitamos y buscamos bienestar, la tranquilidad de saber que vivimos y somos de acuerdo a unos principios, a los nuestros, no a los de otros. Sé, que por encima de cualquier cosa estamos cada uno de nosotros, no con nuestras circunstancias ni con nuestras elecciones, sino pura y llanamente “nosotros”, cualquier cosa se vuelve secundaria ante algo tan transcendental como uno mismo.

Hay veces que es mejor callar y esperar, a que uno mismo reaccione, porque todos necesitamos tiempo, no se contabiliza por días ni años, es ilimitado y cada cual requiere el suyo. La protección para aquellos que nos importan es instintiva e imposible de eludir. Pero debemos ser conscientes de que cada cual somos seres individuales, y por ello necesitamos reaccionar por nosotros mismos. Encontrar el momento, nuestro momento, de decir ¡Basta! O ¡Hasta aquí! Será la mejor dosis de ayuda y superación. La que uno mismo elige.

amigas riendo

Por eso, y por infinitas razones más permaneceremos al lado, no delante ni detrás, no por encima, sino codo con codo, para que cuando vuelva a repetirse la canción de siempre estemos ahí para sostenerles, para ampararles en los momentos que prometerán no volver a repetir. Serán cuando más nos necesiten y les necesitemos. El amor, en todas sus variantes posibles, también forma parte de eso.

Serlo, sentir y vocear

tomando el sol vintage

El otro día escuché esa maldita frase de: ¡menos mal que soy hombre!, y sólo pude pensar, “serás ignorante…”

Sí, sé que los hombres ven el periodo como “el hecatombe”, incluso a veces nosotras mismas nos quejamos, pero, ¿Por qué no?, tenerlo ya nos da ese derecho.

También es verdad que tenemos esa presión externa de perfección, nos atemorizan en todos los tipos de medios de comunicación posibles, nos avasallan con cremas milagrosas, con dietas imposibles e insultantes, ejercicio físico excesivo y millones de estúpidos cánones diseñados por personas que lo más probable es que no fueran de este planeta, o a los que sólo les llegaron los resultados del photoshop.

Vivimos pegadas a la cera, al láser, a la silk-épil, a todo tipo de cuchillas y cremas depilatorias. Resulta un fastidio y por qué no, una auténtica tortura china cuando surge un plan inesperado en el que tienes que lucir palmito y… ejem… no estás predispuesta a ello, es decir, tus pelillos florecen en todo su esplendor. Y claro, llega el momento del estrés, de tirarse (literalmente) de los pelos, en todas las versiones posibles.

Somos cambiantes, es decir, podemos estar ahora mismo descorchando champán, tirando cohetes en la puerta del trabajo, haciendo volteretas imposibles mientras nos desgañitamos con el último vuelco musical, y seguidamente pegar un grito que lo deje todo en silencio. Así de sencillo.

amigas vintage hablando

Somos capaces de ir al baño solas cuando estamos fuera de casa, a pesar de llevar dos capas de suéter, la chaqueta que abulta y que casi no cabe en el cubículo al que llaman “aseo”, unos tacones vertiginosos que nos hacen perder el equilibrio y balancearnos, el bolso repleto de “y sis” (y si me duelen los pies… tirita, y si me duele la cabeza… paracetamol…), quedarnos en la postura del cuatro sin ningún tipo de apoyo y no sucumbir a los temblores de piernas ocasionados por la dilación del tiempo.

Sí, sé que nos embarazamos, que eso viene acompañado de dolor, el que ellos nunca sufrirán, pero también viene de la mano de “la experiencia más maravillosa de tu vida”. Eso es algo en lo que ellos quedan fuera de juego. Nunca experimentaran esa sensación, la de un ser humano creciendo en su interior, ese maravilloso e increíble milagro, toda una bendición, algo mágico e irremplazable.

Las mujeres somos más profundas, no puedes ni debes quedarte con el significado exacto de las palabras que decimos, todo va más allá, simplemente hay que saber analizar, utilizamos gestos, expresiones en la cara, incluso las cosas que “no” decimos son las que suelen terminar retumbando como un eco en nuestra mente, intentando hacerse hueco para escabullirse y salir al exterior, sólo que al final ahí se queda, y esperamos que sepas interpretarlo, por tu propio bien.

mujeres con periodicos

Algo que me gusta y mucho es que puedo permitirme el lujo de llorar por lo que quiera, si una película me sobrecoge lloro y soy “la mar de sensible”, si un anuncio me entristece tengo vía libre porque “soy empática”,  si me enfado y lloro causo ternura, en definitiva a no ser que raye en el absurdo y me dedique a ir llorando por las esquinas resultará bastante aceptable sin parecer una pusilánime.

Ser mujer es todo un honor, tenemos un sexto sentido para casi todo, algo inerte a nosotras, pocas cosas se nos pasan por alto, otras muchas las dejamos al libre albedrío a voluntad. Manejamos millones de situaciones a nuestro antojo, sabemos mejor que nadie darle la vuelta a las cosas.

El arrojo y el temple que desprenden los pasos de una mujer calzando seguridad en sí misma es poco comparable a ninguna otra cosa.

En definitiva, hay millones de razones por las que se agradece ser mujer, la fortaleza que reside en nuestro interior es ilimitada, igual que el amor que podemos ofrecer.

Me enorgullezco de serlo, de sentirme y de vocearlo al mundo.

Por todas mis mujeres y por mí primero.

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