Mimarse mucho

Vivimos atropelladamente. Yo, desde luego, vivo a galope entre las obligaciones, el trabajo, las cosas que quiero hacer porque sí, y las que me gustaría. El tiempo está acotado, y mira que de vez en cuando lo estiramos como una goma hasta llegar al límite, lo ponemos a prueba, lo llenamos hasta los topes, y muchas veces de cosas inservibles, incluso de algunas que nos menguan, que desearíamos mandar de una patada a la luna y olvidar por completo, pero insistimos, no tenemos otra, nos angustiamos, pataleamos y seguimos, como si no tuviéramos opción, como si fuera obligatorio tener un peso pesado con el que sacar los dientes, las uñas o lo que haga falta. Una razón para la queja, para el lamento, para lloriquear por las esquinas suplicando el día en el que todo cambie.

chica pidiendo taxi

Vivimos sin tiempo, mirando a todas horas el reloj, siendo esclavos del segundero. Andamos con prisa, incluso cuando no la tenemos. Corremos para coger el tren, corremos para llegar en hora, corremos para marcharnos, para llegar, corremos incluso por gusto, para liberarnos, para huir, para sentirnos libres de algo, liberar endorfinas, liberar tensiones, liberar ese mal de amores y todo lo que signifique dejar ir, depurarse, sentirse vacío para volver a llenar.

A veces siento que me supera, que no soy esa “súper woman” que debería ser. Que también me canso y necesito parar. Que no puedo estar a todas horas con la mecha puesta, preparada para el ataque, con la mochila a la espalda para llegar a todo, haciendo números y cuentas que no cuadran, queriendo llegar a la clase de pilates cuando tengo un montón de trabajo por hacer, montones de hojas apiladas en el escritorio, lavadoras esperando y  farfullando mi nombre. Y yo queriendo estar aquí y allí. Queriendo multiplicarme por dos, tres o cinco.

Pero ya vale. Hay que decir basta. Poner un paréntesis a nuestra vida de vez en cuando. Un oasis en pleno desierto. Un hasta aquí. Que sí, que está muy bien eso de vivir a todo tren, sin horas del calendario, con la agenda apretada y llena, buscando la media hora libre entre tal y cual.  Con tachones por medio y cuadrículas en power points.

Que está bien eso de ser exigente, de querer hacer ver que somos de hierro, que podemos con lo que nos echen. Y lo creo, de verás que lo creo. Pienso que uno siempre puede más. Que siempre estaremos por encima de los límites que creamos tener, de los que nos digan y los que alcancemos. Pero haz un pause si no quieres morir en el intento. Resérvate un pequeño espacio para ti. Aléjate del mundanal ruido, del estrés que conlleva la puesta a punto. Porque merecemos estar mimados. Cerrar los ojos y viajar lejos. Porque la realidad está sobrevalorada. Y yo la contemplo mejor a centímetros del suelo.

chica telefono y bañera

Que no se trata de viajes ni de una casa en mitad de la nada. Son momentos de auténtico bienestar. Tener la capacidad de guardar unos minutos para no pensar en nada. Relajar los músculos. Mimarse, mimarse mucho. Una música lenta en el salón. Un libro para evadirse, para vivir la vida de otros, bien lejos de aquí. Sin problemas, sin esperas. Un baño caliente, velas aromáticas y silencio.

El otro día me comentaba una amiga lo frustrada que se sentía. Había comenzado las clases de yoga y se veía incapaz de involucrarse en toda su plenitud sin volar a cualquier otro lugar del mundo. Cuando todo parecía estar en silencio, su mente se disparaba, repasaba una y otra vez la lista de la compra, las cosas que debía hacer luego e incluso al día siguiente. No conseguía huir del envoltorio de su vida. Ni incluso en momentos como aquél.

Y la entiendo a la perfección. Estamos haciendo algo y al mismo tiempo pensando en lo que haremos después. Sin poder separar momentos. Haría falta un buen parapeto en la vida. Bien alto, que impida observar luegos.

Me desencanta esta situación, porque la vivo a diario. Somos un cúmulo de listados, de cosas pendientes por hacer. Somos incapaces de abstraernos por completo y olvidar, aunque dure escasos minutos. Aunque al finalizar la canción, la música pare y debamos continuar hilvanando nuestro maremoto de sensaciones, responsabilidades o quehaceres varios.

Tengo que concienciarme. Obligarme de alguna forma a cumplir con mi propósito. Una obligación más que añadir a la lista. Pero al menos sana, mucho más que otras. Sana para el cuerpo, la mente, para mí.

Además de todo ese repertorio de excusas que nos ponemos e imponemos cada día, debemos sensibilizarnos en la exigencia de mimarnos tanto como se pueda. Que al final todo es simple decorado, nada lo suficientemente importante, ya habrá tiempo para ocuparse de ello. Pero esto no. Es ahora. En este momento. Son los minutos antes de dormir. El rato después de comer con una buena infusión caliente o el refresco al salir del trabajo. Es darse cuenta que después de todo, nada es tan imprescindible como uno mismo.

mujer espejo

“Tres palabras pueden cambiar para siempre: empiezo por mi”.

 

9 comentarios sobre “Mimarse mucho

  1. No lo digo por ti, lo digo por mí… Probablemente todas esas carencias tuyas sean más espirituales que las mías. O no. Lo cierto es que, al leerte, me ha venido a la cabeza que, después de estar toda una vida rodeados de gente, a la que cuidamos, por la que nos desvivimos, por la que nos estresamos, por la que nos dejamos la piel, un día descubrimos decepcionados que nos sentimos más solos que la una y que nos gustaría extraditarnos de este mundo (al menos una temporadita) para vivir de verdad, gozar de verdad y ser felices de verdad, porque después de tanto tiempo no hemos aprendido aún, no hemos saboreado aún lo que eso significaría para nosotros. Muchas veces decimos «mi vida», «nuestra vida»… Hasta que un día nos damos cuenta que nuestra vida, la única que tenemos, la única que tendremos, ni ha sido nuestra nunca, ni ha sido verdadera vida nunca. Pero nos educaron así: primero los demás y después nosotros mismos. Y así lo hemos hecho, así lo hemos cumplido a rajatabla. ¡Dios te lo pagará! ¿Dios nos lo pagará?

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  2. Ay, Dios, qué bien que me ha venido leer esta entrada.
    También ando en una fase de continuo estrés y correría y lo cierto es que sí, tienes la mayor razón del mundo, tendríamos que mirar más por nosotros mismos y buscar ese momento de escape y disfrute en nuestro día a día
    http://diannetho.es

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  3. Cuanta razón tenés! cada día tiene su propio afan. Si he postergado tiempo para mí… muchas veces… siempre estuve y estoy para los demás… la casa, los quehaceres, el trabajo, los hijos, la familia y los problemas cada día. Creo que es tiempo que me dedique un poquito de tiempo para mí. Gracias!

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