Navidad es Navidad. Esa palabra que dice todo y nada. Que consigue adeptos y detractores a partes iguales. Que no deja indiferente a nadie.
He oído decir miles de veces que cuanto más tiempo pasa y más mayor uno se hace disfruta menos con esta época del año.
Yo, personalmente me niego a creerlo. Sí, sé que la nostalgia de los que ya no están nos persigue incluso más en estas fechas. Que nos vemos invadidos de pronto por villancicos, música angelical, actos de bondad carentes durante el resto del año y miles de parafernalias más. Pero estas fechas son mucho más que todo eso.
Para mí la navidad es toda la familia alrededor de la mesa, los besos y abrazos que recibimos. Las conversaciones sin prisa, las sonrisas y los gestos afables que nos intercambiamos, ese continuo ir y venir.
La navidad es la ilusión con la que se preparan los festejos que celebramos, las horas en la cocina adecentando los platos que presentaremos en la mesa. Las ganas de dejar las cosas tal y como esperamos.
Cuando pienso en todas y cada uno de mis navidades pasadas involuntariamente me invade el reconfortante olor a leña, las alcachofas torradas ya tan tradicionales en mi familia y el sabor auténtico de las castañas asadas.
Escucho las carcajadas de todos a los que quiero, vuelvo a revivir cada uno de los momentos que tuvimos, que fueron tan nuestros.
Parece que a la mayoría de nosotros se nos pasa brevemente la vergüenza y exteriorizamos nuestra parte más divertida, quizá motivados por esa misma esencia de celebración.
Otros en cambió continúan con las nostalgias de siempre, con las mismas frases de años anteriores, “quizá sea mi última navidad” o “esperemos que como mínimo sigamos igual”, a pesar de las repetitivas expresiones que persisten a las inclemencias del tiempo, ten por seguro, que el día que no se digan, las echarás enormemente en falta.
La navidad es la ilusión y la magia que la envuelve. Ese halo de misterio y magnetismo que desprende por cada uno de sus poros. Esa quimera que renace de nuestra parte más oculta, con la esperanza de que aquello que pretendemos ignorar resulte al final innegable.
Alguna vez la tuvimos, esa ilusión, digo. Cuando creíamos en regordetes señores vestidos de rojo o en el encanto que desprendían esos tres reyes magos.
Admiro la capacidad de admirarse, a pesar de los años. Por eso te pido que no abandones la fe, que la esperanza es lo último que se pierde y que cuando menos te lo esperes “ocurrirá”.
Yo mientras tanto seguiré a lo mío, esperaré impaciente su llegada. Con los ojos fuertemente cerrados, para que la magia y con ella todo en lo que creo, no desaparezca.
Nos leemos pronto. Felices Fiestas.
Me encanta esta entrada, me siento totalmente identificada!
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Muchas gracias Marina.
Te deseo unas felices fiestas.
Cada navidad es irreemplazable, así que ¡a disfrutarlas!
Un saludo.
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Me encantó el anuncio!!
Me siento identificada con lo que has dicho, la verdad que mi madre siempre dice que odia la navidad… será verdad que cuando creces pierdes la ilusión y la disfrutas menos pero yo espero no hacerlo nunca!
Un besitoo me ha gustado mucho tu entrada 🙂
http://sloritemaria.wordpress.com/
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Nunca pierdas esa ilusión. Siempre tenemos millones de razones por las que disfrutarlas.
Gracias por estar ahí. Felices Fiestas 🙂
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Totalmente de acuerdo con lo que has escrito.
Nunca debemos perder la ilusión, esa magia que nos trae la navidad.
http://pontelasbotas.blogs.elle.es
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Bonito anuncio inspirado en los hechos acontecidos en la Nochebuena de 1914. Me has hecho recordar la cinta «Joyeux Noël» (2005), que narra esos mismos hechos: https://youtu.be/YhBtOcxpTog?t=15s. Buen post.
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